sábado, 12 de abril de 2025

La danza del Solsticio


CAPÍTULO 1 : Danza de la Memoria 



1

    En la materia de estudios sociales, el profesor habló de 1932, eran las primeras clases del nuevo año,  les dijo que hacía poco se conmemoró una fecha muy importante para el país que tiene mucho que ver con la comunidad y con sus abuelos.  Sentada en la segunda fila, Sochi soñaba despierta, como cuando pequeña jugaba a que tenía superpoderes y que en su comunidad tenía escondida una cueva en la que ocultaban sus armas especiales para combatir monstruos. Mientras el profesor hablaba de la historia que habían sufrido sus antepasados, en la mente de Sochi se desarrollaba otra historia:  su pueblo estaba en un momento transcendental, y ella tenía la misión de recuperar la riqueza de sus ancestros. En su visión, un grupo de jóvenes danzaba en círculo alrededor del fuego,  se movían en dirección de las agujas del reloj y al centro la llama de una ofrenda sagrada se levantaba con fuerza, en el grupo estaba ella danzando, dio un paso al frente sosteniendo en sus manos una piedra de jade con la figura del jaguar que irradiaba una potente luz, se acercó un poco más al fuego que ahora  lanzaba llamaradas de unos dos metros de altura. A lo lejos una voz la nombraba, la voz le parecía familiar, creyó que era un antiguo sabio o su abuelo...Sochi, gritó el profesor. 
––¿Sí, profesor?––La voz del profesor la trajo de vuelta.
—Sochi, ¿quién fue Feliciano Ama? 
Parpadeó, desorientada, pero la respuesta brotó sin esfuerzo:
—Un líder que peleó por nuestro pueblo.
El profesor asintió con solemnidad y continuó exponiendo el tema.
—Feliciano Ama fue más que un líder, fue el vaso que recogió el dolor, la indignación y la esperanza de todo un pueblo y se convirtió en un símbolo. En 1932, cuando la tierra ya no pertenecía a quienes la trabajaban, cuando los abuelos de sus abuelos eran tratados como extraños en su propio hogar, los indígenas se levantaron en Izalco, Nahuizalco, Juayúa y muchos otros pueblos. Querían justicia. Querían recuperar lo que les habían arrebatado. Fue uno de los rostros más visibles de un movimiento que se levantó con tanta fuerza como la erupción del volcán de Izalco que también se dio por esos días…pero no fue suficiente, el levantamiento fue aplacado con sangre y las represalias continuaron muchos años después. ––Sochi sintió un nudo en la garganta. Algo se desgarró en su interior. 
—Miles fueron asesinados. No solo hombres, también mujeres, ancianos, niños. Muchas de las víctimas ni siquiera habían participado en el levantamiento, pero fueron ejecutadas simplemente por ser indígenas o sospechosos de apoyar la rebelión. El idioma de sus abuelos casi desaparece desde aquel año, muchas comunidades optaron por dejar de hablar su idioma náhuat y ocultar sus tradiciones por miedo a nuevas represalias. Desde entonces han intentado borrar la cultura indígena a través del terror. Las ceremonias de nuestros ancestros fueron prohibidas, sus nombres cambiados. Pero hay algo que ni la violencia ni el miedo pudieron borrar: la memoria. Mientras recuerden, mientras hablen en su lengua, mientras canten y sigan danzando, su pueblo no desaparecerá.––Con estas solemnes palabras, el profesor concluyó la clase.
A la salida de la escuela, Sochi caminó en silencio, con las palabras del profesor latiendo en su pecho. Su abuelo aún hablaba en el idioma de sus ancestros,  y las abuelas de la comunidad aún tejían bordados que contaban historias sin palabras. Cada bordado, cada cántico, cada piedra de jade era más que un objeto: era una prueba de que su pueblo no había sido vencido.
Pensó en Feliciano Ama, colgado en la plaza de Izalco, pero también pensó en su madre, en su abuela, en todas las mujeres que, con manos firmes, tejían los hilos de la historia. La resistencia no siempre llevaba machetes o lanzas. A veces, la resistencia era seguir existiendo, practicando en silencio los valores ancestrales, a la espera de que nuevas voces griten por lo alto que el pueblo náhuat no ha muerto.
Esa noche no podía dormir, recordaba las palabras del profesor y también la danza que había imaginado durante la clase  y entonces vinieron a su mente las palabras que el abuelo le había dicho cuando era niña: "podes viajar a través de los sueños y conectarte con nuestros antepasados". Antes de quedar dormida, Sochi entendió que algo muy fuerte estaba por despertar.

2

Después de regresar de un viaje a las montañas de Xela y participar en una ceremonia del Waxaquib' B'atz' con tata Pixtum, Martín, Felipe y Rigo descendían por los caminos empedrados con el alma encendida. El aroma de la tierra húmeda y el incienso de copal aún impregnaban sus ropas, y en su pecho latía la certeza de que estaban a punto de emprender algo más grande que ellos mismos.
Venían con un sueño claro: fundar una organización que trabajara en la cosmovisión y en la reconstrucción de su identidad como pueblo. Creían que la mejor ruta no era inventar algo nuevo, sino rescatar lo que había sido silenciado. Desde 1932, la represión había tratado de borrar sus raíces, pero en las comunidades indígenas aún vibraban los ecos de un pasado que se negaba a desaparecer. Ahora, con un nuevo ciclo en los calendarios ancestrales a punto de comenzar, sentían que era el momento de renacer. Una nueva era estaba por abrirse, y con ella, nuevos desafíos.
Llevaban años organizándose con el propósito de conocer y practicar la cultura ancestral: aprender el idioma náhuat, realizar ceremonias en honor a los abuelos, la madre tierra, el padre sol y los cuatro puntos cardinales. Pero con el tiempo comprendieron que no bastaba con estudiar desde la distancia; su misión era sumergirse en las comunidades indígenas, trabajar a su lado y acompañarlas en la recuperación de sus valores ancestrales.
Para dar el primer paso, Felipe y Martín convocaron a los demás compañeros a una ceremonia el domingo a las siete de la mañana en la cumbre del cerro Tecana, que junto al lago de Güija eran los  centros energéticos para sus prácticas ceremoniales. A las siete de la mañana subieron al cerro y cerca de la cruz encontraron una pequeña explanada propicia para poner el altar maya. Limpiaron un espacio, colocaron velas de colores y quemaron copal en una breve ceremonia, en la que invocaron a los cuatro puntos cardinales y al corazón del cielo y al corazón de la tierra y pidieron a los ancestros energía y sabiduría para que la organización se fortalezca.
Después de hacer la invocación, se sentaron alrededor del círculo de las ofrendas y comenzaron a hablar sobre el propósito para el cual les habían convocado: formalizar la organización para que pueda trabajar en las comunidades indígenas impulsando el rescate de los saberes ancestrales, y que en el reciente viaje a Guatemala, los tatas les habían indicado que esa era una misión revelada por los abuelos.  Varios compañeros estuvieron de acuerdo, pero algunos no estaban convencidos de que la mejor manera pasar a crear una institución que tuviera que legalizarse y que manejara fondos.
El grupo discutía constantemente, algo que Martín solía criticar. Las diferencias retrasaban las decisiones, pero al final lograron ponerse de acuerdo en algo fundamental: el nombre. Optaron por Ejekat Tunal, que en náhuat significa Viento del Sol, un nombre con significado profundo. No solo evocaba el nuevo ciclo del Quinto Sol, según la cuenta larga de los mayas, sino que también representaba el cambio que anhelaban impulsar.
Habían estado siete años practicando la cosmovisión maya con la guía de un ajq'ij k'iche'. Tata Pixtum, un líder cachiquel con conexiones con guías espirituales de México y Estados Unidos, les había acompañado en el proceso. Pero desde hacía un tiempo habían contactado  con una organización de ajq'is quichés que a la vez tenía coordinación con comunidades indígenas quechuas y aimaras, lo que les daba una mayor proyección a su lucha. Dos ajq'is de esa organización, sus principales líderes, les estaban motivando a trabajar más de cerca con las comunidades indígenas en El Salvador. 
Por eso en la reunión también  acordaron trabajar junto a comunidades indígenas en Sonsonate, donde tenían contactos con líderes que podrían organizar ceremonias conjuntas. Aunque todos venían de entornos distintos, compartían un mismo anhelo: reconstruir lo que la represión había intentado borrar.
Al terminar la reunión, el hambre ya se había manifestado, así que  sacaron los panes con frijoles que habían llevado y los compartieron entre bromas que permitieron relajar la tensión que había dejado la discusión. Felipe miró las cenizas que aún humeaban y dijo:
—¿Notaron cómo el fuego se inclinó la mayor parte al occidente y luego se levantó con fuerza?
Martín asintió, terminando su último bocado.
—Sí. Eso significa que vamos en el camino correcto, pero que tenemos que poner más empeño en trabajar con las comunidades indígenas.
Algunos hicieron gestos de aprobación. Solo dos compañeros mantuvieron una expresión rígida, aún continuaban inseguros, sobre todo con la idea de formalizar la organización. Para ellos, un proceso que implique institucionalizarse significaba estar controlados y amarrados por el gobierno.
Terminaron de comer y, sin prisa, comenzaron a descender por la vereda que los llevaría a la parte trasera del cerro, donde el cementerio de la ciudad se alzaomo un testigo silencioso de una buena parte de su historia.

3

Martín Álvarez recién había terminado su carrera como sociólogo, gracias a una beca y a los ingresos extras que obtenía trabajando durante las vacaciones. Ahora que estaba por graduarse, sentía una responsabilidad aún mayor hacia su familia: sus padres y cinco hermanos, quienes todavía estudiaban y con quienes compartía una humilde casa de adobe en las afueras de la ciudad. Para ayudarles, necesitaba encontrar un trabajo estable cuanto antes.
Recostado en una hamaca bajo un árbol de mango, sostenía un libro abierto apoyado en sus piernas. Se suponía que leía, pero su mente no dejaba de dar vueltas. ¿Cómo compatibilizar sus sueños con su responsabilidad familiar? ¿Cómo podría seguir apoyando a la organización, que ahora requería más esfuerzo y recursos? En la última reunión, se había comprometido a visitar comunidades indígenas para coordinar con sus líderes, pero ni siquiera tenía dinero para los pasajes.
Las opciones se le agotaban. O conseguía un trabajo estable, aunque eso significara alejarse de su visión y de su pasión por la cultura, o seguía luchando sin garantías. Siempre había trabajado por temporadas en el beneficio de café cercano, incluso durante su último año en la universidad. Pero ahora, con su título en mano, quería ejercer su profesión y aportar más al movimiento indígena al que se había entregado desde los inicios de su carrera. Cada día que pasaba sin respuestas a sus solicitudes, la angustia crecía. Había enviado currículos y presentado una oferta técnica y económica para una consultoría, pero el tiempo corría y pronto tendría que aceptar cualquier trabajo para poder sobrevivir.
Frustrado por no poder concentrarse en la lectura, se levantó y caminó hasta la casa de un amigo que tenía internet. Le pidió prestada la computadora y revisó su correo, esperando noticias de su hermano en Estados Unidos, a quien le había pedido un préstamo para comprarse una portátil con la esperanza de conseguir empleo más rápido. Pero su hermano no había respondido.
En cambio, vio un correo de un organismo internacional. Su corazón dio un salto.
Lo abrió con manos temblorosas y comenzó a leer. Sus ojos recorrieron las primeras líneas con cautela, luego más rápido, hasta que la emoción lo desbordó.
Su oferta había sido seleccionada.
Le esperaban para una reunión esa misma semana y le pedían que se pusiera en contacto de inmediato y, más abajo, aparecía el número al que debía llamar.
Unió las palmas en señal de plegaria y cerró los ojos. Aunque hacía tiempo que había dejado atrás la religiosidad católica, murmuró: "Gracias a Dios."
La consultoría consistía en una investigación sobre la realidad cultural indígena náhuat en las comunidades de Nahuizalco.
El futuro, que hasta hace un momento le parecía un túnel sin salida, ahora se alzaba como una luz en el horizonte, una nueva posibilidad que comenzaba a tomar forma.

4

Con el anticipo en mano, viajó a Nahuizalco para desarrollar la primera actividad de su plan de trabajo, aprobado por la asociación internacional que financiaba la investigación. Su primer paso fue reunirse con el departamento de promoción social de la alcaldía para obtener información sobre las comunidades y los contactos de sus líderes.
Tras una hora de espera, la secretaria finalmente le indicó que el gerente de promoción social podía recibirlo. Martín entró en una pequeña oficina donde un hombre de mediana edad lo esperaba tras un escritorio. Sobre la mesa había un par de libretas y cuatro libros de filosofía y ciencias políticas. Desde el primer momento, el funcionario mostró reticencia a colaborar con la investigación y adoptó una actitud distante y con poses intelectualoides.
Sin embargo, luego de un rato de conversación, Martín mencionó que ya había hablado de la investigación con algunos amigos en la secretaría de cultura del gobierno. De inmediato, la actitud del funcionario cambió. Con mayor disposición, le proporcionó los nombres de algunos promotores que trabajaban directamente con las comunidades indígenas y llamó a la secretaria para que lo llevara a la sala donde se encontraban.
Allí, Martín fue recibido por Pedro Cruz, promotor encargado de los cantones Pushtan y Tajquij. La reunión fue cordial, y Martín se dio cuenta de que Pedro compartía su interés por la cosmovisión indígena. Convencido de que podría ser un aliado clave para Ejekat, intercambiaron contactos. Pedro le explicó el trabajo comunitario que la alcaldía realizaba con las comunidades indígenas y lo invitó a una asamblea de líderes comunitarios programada para el sábado siguiente.
Al despedirse, Martín le preguntó dónde podía tomar el bus hacia Sonsonate y si conocía algún comedor cercano, ya que era mediodía. Pedro le indicó el lugar de salida de los buses y, antes de que Martín se marchara, le propuso almorzar juntos para seguir conversando sobre el rescate de la cultura ancestral.

5

El amplio salón de reuniones de la alcaldía ya estaba ocupado por varios líderes comunales del municipio cuando Martín entró apresurado, preocupado por su atraso. Sin embargo, al instante se dio cuenta de que la reunión aún no había comenzado. Con la mirada buscó al promotor Pedro Cruz, pero al no verlo, salió al pasillo con la esperanza de encontrarlo. Justo cuando regresaba al salón, Pedro apareció, cargando unas galletas, acompañado de otros promotores que llevaban una cafetera y vasos desechables. Se saludaron y entraron juntos.
Tras acomodar lo que llevaban, uno de los promotores se puso al frente y anunció que el gerente de promoción social estaba por llegar y que el alcalde se disculpaba porque no podría asistir a la reunión. Durante los minutos siguientes, más líderes comunitarios fueron llegando. Pedro aprovechó el momento para presentar a Martín ante Fermín Lúe, líder comunitario de Tajquij, Alonso, profesor de la escuela de la misma comunidad, y Manuel Ramírez, representante de Pushtan. Explicó que Martín estaba ahí para realizar una investigación en sus comunidades.
Martín los observó detenidamente, esperando alguna reacción. Sin embargo, sus rostros eran como muros impenetrables: ojos fijos en dirección al promotor, labios sellados, como niños resistiendo a tragar una medicina amarga. Parecía que las palabras que escuchaban no les provocaban ningún significado. Cuando Pedro terminó de hablar, ante el silencio prolongado, preguntó:
—¿Qué piensan?
Antes de que alguien respondiera, Martín intervino.
—Yo pertenezco a una organización para el rescate de la cultura indígena…
No pudo continuar. Un ruido de sillas interrumpió la reunión. Al voltear, vieron entrar al gerente de promoción social acompañado del alcalde. De inmediato, todos ocuparon sus asientos con la expectativa de escuchar algún anuncio importante para sus comunidades. Sin embargo, tras un breve saludo, el alcalde se disculpó y explicó que debía salir a un compromiso urgente en San Salvador. La reunión continuó bajo la dirección del gerente, pero sin aportar ninguna información relevante.
Al finalizar, los líderes se levantaron molestos. No habían recibido las respuestas que esperaban ni anuncios concretos para sus comunidades.
Antes de que se marcharan, Martín buscó a Pedro con la urgencia de quien sabe que no puede dejar escapar una oportunidad.
—¡Pedro! ¿Puedes detener a los líderes un momento? Necesito hablar con ellos.
Pedro asintió y ambos salieron apresurados tras ellos. Por suerte, los tres líderes caminaban juntos en dirección a la salida. Pedro los alcanzó y, con un tono más cercano, les pidió que se quedaran un momento.
—Antes de que se vayan, escuchen al compañero Martín.
Martín no dejó pasar el detalle. Sonrió levemente al notar que Pedro ahora lo llamaba "compañero". Aprovechó el momento y comenzó a hablar.
Les explicó sobre la investigación, enfatizando la importancia de sistematizar los conocimientos ancestrales que aún se conservaban en sus comunidades. Luego, les habló sobre su organización y el interés que tenían en coordinar con ellos para impulsar las prácticas de las ceremonias ancestrales y la medicina natural.
Fermín Lúe fue el primero en hablar.
—¿Y qué necesitas de nosotros para la investigación?
—Que reúnan distintos grupos dentro de sus comunidades: ancianos, mujeres y jóvenes. Queremos organizar talleres donde podamos abordar diferentes temas y recopilar sus conocimientos y experiencias —respondió Martín.
Manuel intervino con evidente desconfianza.
—Mire, en nuestra comunidad ya no hay mucho interés en esto. Muchos han venido con promesas de hacer algo con nuestros conocimientos y al final solo se han aprovechado de nosotros.
Fermín asintió en acuerdo. Solo el profesor Alonso intentó suavizar la conversación.
—Es cierto, pero también es importante dar a conocer nuestra cultura antes de que desaparezca por completo.
Los líderes se miraron entre ellos y finalmente dijeron:
—Lo vamos a pensar.
Martín reconoció el significado real de esas palabras: una forma diplomática de decir que no.
Salieron juntos de la alcaldía. Solo Pedro se quedó atrás, excusándose con la necesidad de terminar unos informes.
Cuando Martín y los líderes estaban a punto de despedirse, un hombre se les acercó. Su rostro risueño y su aire paternal le resultaron familiares. Vestía un cotón blanco y de su hombro derecho colgaba una cebadera tejida con hilos rojos y azules, con la figura de un quetzal bordada al centro.
—¿Ya no me conoces? —dijo el hombre con una sonrisa.
Martín quedó sorprendido.
—¡Taaata Víctor!
Los líderes también lo saludaron con respeto.
—Qué bueno que al fin están coordinando con estos señores —comentó el anciano.
—¿Ya se conocían? —preguntó Fermín, intrigado.
Víctor asintió con orgullo.
—Sí, con Martín y sus amigos de Santa Ana venimos trabajando desde hace años. Hemos compartido ceremonias en Guatemala.
—¿Ya no han ido donde tata Pixtun? —le preguntó a Martín.
—No, hace tiempo que no pasamos por ahí.
Manuel, curioso, intervino:
—¿Y qué andas haciendo por acá? ¿Venías a la reunión de la alcaldía?
—No, solo vine a Nahuizalco a comprar unas artesanías para nuestras ceremonias…
Martín vio la oportunidad perfecta para retomar la conversación con los líderes.
—Tata Víctor, justamente estoy hablando con los amigos aquí para coordinar con nuestra organización y para trabajar en una investigación que me han pedido. Lástima que no incluyeron San Ramón en el plan de trabajo.
—Bueno, aquí ellos te pueden apoyar —respondió Víctor.
Fermín cruzó los brazos, pensativo.
—Podríamos tener una reunión en la comunidad.
El profesor Alonso, más animado, agregó:
—A mí me llamó la atención la coordinación que tienen con los sacerdotes mayas y su participación en las ceremonias. Me encanta la cosmovisión de nuestros pueblos originarios. Pero si realmente quieren conectar con la raíz, deben enfocarse en la cultura náhuat, la que aún sobrevive aquí, en estas comunidades.
Martín asintió. Sabía que tenía mucho que aprender sobre la espiritualidad náhuat, pero también tenía claro que necesitaban un tata náhuat-hablante para guiarlos.
—Podríamos incluso impulsar una escuelita de lengua náhuat —sugirió Martín.
—Tenemos estudiantes interesados en este conocimiento —agregó el profesor—. Y hay un par de líderes comunitarios que podrían sumarse. Esto podría ser el inicio de algo importante para la comunidad.
Martín anotó los contactos de cada uno.
—¿Y usted, tata Víctor? ¿Va a seguir comprando?
—No, ya voy de regreso a mi casa.
—Pues vamos juntos.
Tomaron el bus a Sonsonate. Desde ahí, Martín continuó su viaje hacia Santa Ana y tata Víctor partió hacia San Ramón.

6

Martín y Felipe viajaron  a una  reunión con los ajq'js en Guatemala. A pesar que estaba abierta la participación a todos los de la organización, viajaron solo ellos dos, asumiendo cada uno los costos. Una de las formas más económicas para viajar es transbordando, por eso tomaron un bus a la frontera de San Cristóbal y de ahí tomaron otro a la capital.  El viaje se había adelantado luego que Martín informara sobre sus reuniones en Nahuizalco y que Felipe sobre una invitación del Consejo de Ancianos de Guatemala para asistir a una reunión la semana siguiente. Querían discutir el posible apoyo a un proyecto en El Salvador. 
Al llegar a las oficinas del Consejo de Ancianos, los recibió el aroma de tabaco y copal ardiendo en un brasero de barro. Los muros estaban cubiertos de calendarios mayas y códices antiguos.
Habían llegado temprano, tenían una hora de por medio de  la reunión, así que optaron por salir a recorrer los alrededores. A unas cuadras encontraron la librería Cholsamaj, especializada en publicaciones mayas. Había varios libros que les llamaron la atención, pero como el dinero era escaso solo los apreciaron. Martín se quedó admirando una agenda maya y le gustó mucho por su diseño y tamaño; era de pasta dura, con información sobre los nawales y las ceremonias. Aunque ya habían comprado agendas mayas en la oficina de los tatas, estas eran muy pequeñas. Después de valorarlo por un rato, Martín decidió comprársela  porque necesitaba suficiente espacio para anotar sus actividades ahora que estaba realizando una consultoría y porque le había gustado mucho el diseño. Por su parte Felipe, perdido en su lectura sostenía en sus manos el libro Enseñanzas Mayas.
––Y qué, ¿te lo vas a comprar?––preguntó Martín.
––Está interesante, pero ya casi no me quedan quetzales.
––Compralo, te voy a dar lo que hace falta, y vamos a un banco a cambiar más dinero porque ya también ya tengo pocos quetzales.
Esa noche, se hospedaron en un pequeño hotel en la zona uno. Tras dejar sus mochilas, salieron a explorar la ciudad. Se perdieron entre callejones y terminaron en el mítico bar Las 100 Puertas, donde las historias se entretejían con el sonido de la música en vivo y el aroma de ron y cerveza.
A la mañana siguiente, con el sol apenas asomando entre los tejados, se dirigieron a la reunión con el anciano principal y el director ejecutivo de la organización maya. Al entrar, notaron la importancia y seriedad de la reunión.
Después de escuchar el informe que le habían dado sobre los contactos realizados con líderes de comunidades en el Salvador, director ejecutivo habló con voz pausada:
—La coordinación con la comunidad náhuat de Nahuizalco llega en el momento justo. Los cooperantes de Países Bajos han aprobado la expansión a otro país de Mesoamérica del proyecto Fortalecimiento del desarrollo endógeno en las comunidades indígenas. Si ustedes están dispuestos a ejecutarlo en El Salvador, contarán con nuestro apoyo.
Las palabras les sonaron a música a Felipe y Martín que  se miraron, conteniendo la emoción.
—Nosotros ya dimos el primer paso con la comunidad —respondió Martín, tratando de mantenerse sereno—. Sí,  hacerlo.
La decisión estaba tomada.
–Hemos empezado a trabajar en formalización de la organización, ya tomamos el acuerdo y con esta buena noticia, vamos a hablar con los compañeros para acelerar el proceso para tener todo listo.
––Eso es importante porque van a necesitar tener la organización legalizada por el gobierno para que abran una cuenta bancaria. ––Observó 
Al atardecer, el anciano Tecún los invitó a la terraza para una ceremonia. Cuando el sol se ocultó tras los volcanes, encendió una fogata con leña de ciprés y sahumerios de copal. Su voz, profunda y ancestral, recitó oraciones en lengua maya mientras esparcía maíz y cacao sobre las llamas.
Después, en el silencio sagrado de la noche, sacó un puñado de semillas rojas y negras para el ritual de adivinación del tz'ite', semilla del árbol de pito considerada sagrada y usada desde tiempos antiguos para leer el destino.
—Este fuego habla —dijo, observando las semillas rodar  sobre el petate—. Y lo que dice es bueno.
El tz'ité' había dado su respuesta: el camino que estaban emprendiendo estaba bendecido.
En la segunda planta del edificio, había un altar donde ardían velas blancas y azules. San Simón los observaba desde su trono de madera oscura. Frente a él, ofrendaron un poco de aguardiente y tabaco, sellando su compromiso con el viaje que acababan de iniciar.
Aquella noche, Martín durmió con la sensación de que algo más grande los estaba guiando. Apenas unas semanas atrás, esto era solo un sueño. Ahora, el camino se había abierto ante ellos.

7

Era una mañana luminosa de un sábado de noviembre en la comunidad Tajcuilul, en el occidente del país,  cuando el presidente de la comunidad, Fermín Lue, quien había convocado a asamblea general a las nueve de la mañana, miraba su reloj y veía ansiosamente que eran las nueve y media y  todavía la asistencia era escasa. A un costado del patio de la escuela, donde se desarrollaría la asamblea, Martin, Alonso y Fátima, de la organización Ejekat Tunal, creada para el rescate de la cultura ancestral, hablaban animadamente con el profesor Alonso Aldana, director de la escuela.
El profesor les explicó que Tajcuilul es una comunidad náhuat de artesanos y agricultores que mantiene muchos elementos de su cultura ancestral, a pesar de la matanza y posterior represión de 1932. Agregó con tristeza que, en la actualidad, las iglesias cristianas evangélicas y la desidia de los jóvenes están acabando con lo poco que queda de la cosmovisión. Los muchachos reflexionaron: Por eso es urgente que la organización obtenga la aprobación para desarrollar su proyecto en la comunidad. Estaban entusiasmados porque habían encontrado un aliado en el joven líder comunitario, alguien que valoraba su cultura y sus orígenes, así como en el joven director de la escuela. 
A las diez de la mañana comenzó la asamblea con una buena cantidad de asistentes. Felipe calculó unos cuarenta, sin contar a los niños, que también eran numerosos. El presidente inició dando la bienvenida y compartió algunos anuncios comunitarios, en los cuales informó sobre las gestiones realizadas ante el gobierno municipal y el gobierno central. Se estaban gestionando la reparación de la calle, la limpieza de cunetas y algunos proyectos de huertos. Al finalizar, presentó a los compañeros de la Organización Ejekat, quienes traían una propuesta, un proyecto.
El primero en tomar la palabra fue Martín.
—Buenos días. Yec tunal. Estamos aquí porque queremos que nos permitan aprender de sus conocimientos ancestrales, trabajar juntos para preservarlos y recuperar aquellos que se han ido perdiendo. Para ello, contamos con el apoyo de hermanos de comunidades indígenas de Guatemala, quienes tienen experiencia en el rescate de saberes ancestrales. Además, contamos con el respaldo de líderes quechuas de Bolivia.
Sabemos que sus raíces son mayas y las nuestras son náhuat, pero en esencia hay mucho que nos une. Tenemos una fuerte posibilidad de que se apruebe un pequeño fondo de cooperación para la realización de este proyecto. La idea es que trabajemos juntos en un plan para el desarrollo de la comunidad, basado en su propia cultura y cosmovisión originaria.
Nosotros podemos proponer los temas a trabajar, pero la decisión es suya. ¿Qué dicen?
—A mí me parece bien, todo lo que sea por el bien de la comunidad. Pero, ¿cómo que cosas apoyarán? Porque aquí tenemos bastantes necesidades —dijo un señor de mediana edad, moreno o más bien curtido por el sol, con unas incipientes arrugas en la frente.
—Si ustedes están de acuerdo, vamos a organizarnos en comités. Los principales temas serán la espiritualidad, la medicina ancestral, las artesanías y un comité de jóvenes —dijo Martín.
—Además, queremos invitarles a una ceremonia que se realizará en El Tazumal el próximo sábado 23. Será a las nueve de la mañana —agregó Felipe.
Una señora, a quien se le podría calcular unos 80 años, vestía un refajo y, con una mirada serena y un hablar pausado, tomó la palabra:
—Queremos que, si aprueban este proyecto, seamos tomados realmente en cuenta y no solamente utilizados. Hay muchos que vienen con proyectos, pero solo para beneficiarse ellos, robarse nuestros conocimientos y aprovecharse de nuestra cultura.
—Nuestro trabajo es acompañarles y promover lo que llamamos un desarrollo endógeno, es decir, que sean ustedes quienes decidan y vayan desarrollándose desde sus propios conocimientos y capacidades como comunidad y como pueblo.
Las palabras de la señora del refajo animaron la participación de varias personas de la comunidad. Después de un largo intercambio de opiniones, Martín, por un lado, estaba emocionado por la participación, pero por otro, temeroso de que nunca se llegara a un acuerdo. Sin embargo, la asamblea terminó con la aprobación del proyecto y la elección de una comisión para coordinar. En ella estaban el profesor, el presidente de padres de familia y una señora en representación de las mujeres.
El profesor propuso que se nombrara un representante de los jóvenes y sugirió a una muchacha estudiante muy activa, quien sería invitada a integrarse.
Después de que se agotaron las últimas preguntas sobre el proyecto, la asamblea concluyó. Martín y sus compañeros se quedaron conversando con los directivos y otras personas que se sumaron, mostrando interés en el proyecto.

8

En el interior de una casa de ladrillo de cemento sin pintar, una señora y su hija se dedicaban a las labores domésticas mientras escuchaban en la radio la misa dominical. Se oyó que alguien saludaba en la entrada de la casa. A cinco metros estaba el cerco y un pequeño portón de metal con alambre.
—Mamá, allá buscan —dijo Sochi, una jovencita de unos 16 años, cabello negro azabache, con ojos que mostraban las noches más bellas de los pueblos náhuat.
—¡Buenos días! —dijeron nuevamente, gritando más fuerte.
—¡Ahhh, si es el profe Alonso! —dijo Sochi.
—Andá, decile que entre —le dijo la mamá.
—Buenos días, profesor. ¿Qué anda haciendo por acá en domingo?
—Se me olvidó invitarte a una asamblea para ver un proyecto que te va a gustar. Acabamos de terminar, pero he traído a los amigos que lo traen para que hablen con vos.
—Pasen adelante.
—Hola, niña Amanda —saludó Martín, entrando a la casa—. Solo venimos a invitar a Sochi para que participe en un comité que se ha creado para trabajar en un proyecto de cultura. Han venido unos amigos de Santa Ana.
—Pasen adelante.
—Mire, niña Amanda, vengo con estos amigos porque traen un proyecto para la comunidad y queremos que su hija participe como representante de los jóvenes, porque ella es bien activa. Ya hablamos con otras muchachas y muchachos que también van a participar, pero todos quieren que ella sea la representante.
—Pero, ¿cómo es eso? ¿No va a tener que andar metida en cosas raras?
—Jajaja, ¿raras de qué...?
—Usted sabe que el tiempo está peligroso.
—Es aquí, en la comunidad. Lo que van a hacer es aprender cosas que les servirán en la vida: hacer artesanías, trabajar en equipo, realizar sus propios proyectos... —(Dejó de lado la parte de la cosmovisión porque imaginó que eso no le gustaría).— Pero mejor que le expliquen los amigos.
—Gracias, profe. Mi nombre es Martín y él es Alonso. Nosotros somos parte de una organización que trabaja en el rescate de la cultura indígena y tenemos apoyo de una organización internacional para un proyecto aquí en Nahuizalco. Nos ha parecido que esta comunidad es la más indicada para desarrollarlo. La idea es apoyarles para que fortalezcan sus propios conocimientos, su propia cultura…
–– Eso está relacionado con lo que vimos en la clase, ¿verdad profe?
–– Exactamente por eso he pensado que vos sos una de las indicadas para participar en el proyecto, porque he visto que te admiras los conocimientos que heredamos de los ancestros.
—Pero, ¿en qué nos puede beneficiar eso a nosotras?–– dijo escéptica la mamá de Sochi.
—Ah, bueno, el proyecto tiene un componente de apoyo a las mujeres y otro a los jóvenes. La meta es fortalecer la cultura, pero también la parte económica. Para eso hay unos fondos con los que ustedes propondrán proyectos; por eso es importante que estén organizadas.
—Me parece muy bien, porque aquí, como habrán visto, necesitamos ayuda para mejorar nuestras condiciones.
—Pero lo más importante es que ustedes trabajen en su propio desarrollo; desde afuera solo podemos acompañar.
—Bueno, niña Amanda —dijo el profesor—, ahora sí, ¿le dará permiso a Sochi para participar? Usted también puede incorporarse al grupo de mujeres.
—Ahh, lo voy a pensar…
—¿Si participa usted o si le da permiso a su hija?
—Jajaja, las dos cosas.
—Es una buena oportunidad para que su hija desarrolle sus capacidades —intervino el profesor.
—Pues… que diga ella si quiere.
—Profe, lo que pasa es que yo quiero ir a la universidad el otro año y no sé si me va a quedar tiempo. Además, no entiendo mucho de eso —dijo Sochi.
—Me parece muy bien, pero esto no te afectará en tus estudios. Al contrario, tendrás más herramientas en tu formación al poner en práctica tu capacidad de liderazgo.
—Lo voy a pensar, profe––Dijo Sochi que recordó su visión en medio de la clase. Le inquietó como los acontecimientos se estaban conectando con sus pensamientos; eso le gustó, aunque por otra parte le intimidaba asomarse a una ventana que le podría llevar a una inmensidad desconocida. Quería contarle a su madre lo que pensaba, pero le preocupaba que no le entendiera.
El profesor y los muchachos se despidieron de la niña Amanda. Justo en el momento en que salían a la calle, pasó un camioncito con gente rumbo al pueblo. Le hicieron parada y se despidieron apresuradamente antes de subir. Una nube de polvo quedó después de que arrancó. Desde la cama del camión, una muchacha exalumna le dijo adiós al profesor.
Caminando hacia la escuela, el profesor pensó que era un día 8 E en el calendario maya. Hubiera sido mejor usar el equivalente en náhuat, pero no lo había aprendido. Era más común el maya quiché por las relaciones con los hermanos guatemaltecos de esa región lingüística. Reflexionó sobre el significado de este día: el camino del destino, el guía, el que nos lleva a un punto objetivo preciso, la búsqueda de la realización en todas las situaciones, aspectos y manifestaciones de la vida. Sac Be, el camino sagrado. Las energías del día marcaban algo especial y tenía que ser el arranque del proyecto.
"Esta comunidad tiene una riqueza en bruto", pensó. "Su gente no se da cuenta. Tiene que despertar… Algún día van a reencontrarse con su pasado para escribir un mejor futuro. Pero eso no es fácil; es como la transición de la noche al día. Pocos queremos despertar de una vez".
Sochi estaba sentada con la mirada perdida en el horizonte. A ratos, enfocaba el volcán de Izalco, que se yergue al frente de la loma donde está su casa. Después de todo, pensó, era un privilegio vivir allí. Tenía grandes cosas, como esa hermosa vista y una historia llena de héroes y mártires, una herencia cultural que ahora descubría a través de las clases en la escuela y las lecturas que la habían inspirado.
Quizá la historia la estaba escogiendo para un momento importante. Tal vez era una elegida para continuar el hilo de sus ancestros. Meditó sobre la propuesta para participar en la organización de jóvenes del proyecto. Pero no era solo participar: querían que dirigiera el grupo.
Las nubes danzaban sobre el volcán y un dichosofui cantaba en la rama de un árbol de conacaste. Siempre que quería pensar tranquilamente, se iba a este lugar. La invitación a participar en la organización indígena de la comunidad le planteaba un dilema que no se atrevía a resolver. Aceptar plenamente la cultura indígena era decir no al grupo cristiano juvenil. Aunque le decían que no era contradictoria con su fe católica, sentía que tendría que decidirse entre la cosmovisión ancestral y la fe traída por los conquistadores.
Tampoco tenía muy clara la cosmovisión de sus ancestros. Era algo distante, aunque cercano a la vez. No sabía cómo explicarlo.
Se hizo de tarde y, antes de que oscureciera, se levantó y regresó a la casa, donde su mamá empezaba los preparativos para la cena. Ahora se sentía más segura para tomar una decisión, aunque la incertidumbre y las contradicciones seguían revoloteando en su cabeza como mariposas en el jardín, una llamita de pasión por sus raíces iba creciendo dentro de ella.



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domingo, 15 de diciembre de 2024

El amor frente a la utopía


In memoriam de un vecino de la infancia. 

Era 1981, en la radio Rod Stewart cantaba  "Billy left his home with a dollar in his pocket and a head full of dreams". En colonia La Esmeralda, en los alrededores de Santa Ana, Elías llevaba un colón en uno de sus bolsillos y en la cintura, escondida bajo la camisa, una pistolita 22. Buscaba su futuro, más apropiadamente sería el futuro del país,  con la cabeza llena de sueños…  y miedos. 

Por las calles polvorientas de la final sexta avenida, Elías  camina con la seguridad de alguien que ha  decidido su destino. Es nueve de enero, hace frío, un frío agradable, característico de la época de octubre a febrero. Con las manos en los bolsillos de su chaqueta, Elías tarareaba  Tired Of Toein The Line de Rocky Burnette: "Baby I’m/Tired of toein' the line/Don't know why you wanna /jump on me/Baby, baby, baby/It's makin' me cry". No sabía exactamente lo que decía, pero su música le sonaba en sus adentros como algo muy familiar y muy intenso. Sus ojos marrones se ponían cristalinos y la mirada se perdía en el horizonte. Su inquieto espíritu ¿a donde lo llevaría?

Por ahora, tenía dos compromisos urgentes: el amor y la revolución… y no eran compatibles. Enero siempre era un tiempo calmado, muy tranquilo hasta el aburrimiento, quizá por la resaca de fin de año, pero esta vez no, como otras veces en la historia del país en las que han habido otros eneros intensos, especialmente el de 1932. Los días anteriores, incluidos Navidad y Año Nuevo la tensión había ido creciendo, después de haber recibido la indicación para la Ofensiva Final. Ya se había despedido de su querida viejita, pero le faltaba una despedida, que ya no podía posponer. Andaba ansioso, podría pensarse que nervioso por la próxima aventura. Ir a la guerra no es un paseo de colegiales. Pero este día su ansiedad no era por la batalla próxima. Tenía solo hoy para ver a Marcela. 

Llega a la tienda a comprar  cigarros, para disfrutar ese placer quizá por última vez con la tranquilad del final de la 6a. avenida. Son las cinco de la tarde y los camiones llenos de sacos de café empiezan a llegar al beneficio Río Zarco, que está a una cuadra. Todo transcurría con la aparente normalidad de siempre. Desde hacía meses estaban preparando la insurrección. El intento de transformación con la juventud militar y con los representantes del movimiento popular en la primera Junta Revolucionaria de Gobierno habían fracasado. Ahora solo quedaba el camino de la lucha armada y el levantamiento del pueblo. El movimiento se estaba dando imperceptible, invisible para superar el enorme poder del gobierno y los militares y los orejas y los escuadrones de la muerte. En esos mismos momentos grupos de colaboradores todavía estaban preparando la logística, en la colonia Lamatepeq esa tarde las señoras, que regresaban de vender en los mercados, traían canastos grandes, como que si traían mercadería para vender, adentro estaban las armas para "los muchachos", así les decían a los guerrilleros.

Además de comprar sus cigarros, Elías tenía como objetivo ver a Marcela en lo que podría ser la última vez…Llamó desde la puerta balcón. Salió la suegra a atender…"¿Tiene cigarros niña Carlota? Delta por favor". Marcela no salió. Ni se atrevía a preguntar por ella. Nunca le había dicho nada, pero en sus miradas leía que no quería que su hija se fijara en él.  "Será que no me podré despedir de ella?.. Puede ser que vuelva pronto triunfante, pueda ser que muera en combate o pueda ser… no, que se alargue tanto la guerra", esto último  no estaba en ninguno de sus planes: Vencer o morir.

Compró un paquete de cigarros y se fue a la esquina a fumar, con su espalda y su pie derecho apoyados sobre la pared, aspiraba su cigarro y tarareaba la misma canción expulsando el humo. El cigarro se terminaba y con él la esperanza de verla. Cuando botaba el filtro del cigarrillo y se disponía a empezar a caminar, vio a Marcela salir con pasos apurados. Cuando sus miradas se encontraron hubieron dos sonrisas sincronizadas, ella le agarró de la mano caminando unos pasos para ubicarse a la vuelta de la esquina, en el lado oculto de su casa. Era lo más que habían hecho hasta ese día: tomarse de la mano y platicar. En ese momento Elías vio que unos guardias nacionales (un temido cuerpo militar) se acercaban con miradas escrutadoras. Le dijo "me urge decirte que te amo" y la besó.  Ella le correspondió y el beso fue tan intenso y eterno como si ella también presintiera que el tiempo se les escapaba.

Fue el primer y tal vez el último beso. El le dijo que estaría lejos un tiempo. Ella se sorprendió y le dio un jalón.

-¿El queeeee!!!? ¿Qué vas a hacer?

No podía decirle en que misión arriesgada participaría en pocas horas. El amor de su vida frente a la utopía. Elías se incorporó a la lucha al encontrar colgados en las palmeras de la entrada del Instituto a dos estudiantes del Instituto. Tuvo que dejar los estudios. Era peligroso continuar estudiando en el INSA, sobre todo después que aceptó ser parte una de las organizaciones clandestinas.  A esas alturas, el centro de estudios solo cincuenta estudiantes continuaron recibiendo clases, después de ser uno de los más grandes del país. Con el tiempo se convertiría en el centro de estudio con más estudiantes, pero la fama de su calidad de educación ya no la recuperó, aunque aún por mucho tiempo siguió su orgullo que se reflejaba en el lema de batalla en las competencias deportivas: "Los mejores para el deporte, el estudio y la jodarria". También permaneció el espíritu rebelde, en los últimos años de la guerra, para las fiestas bailables se coreaban canciones que hacían alusión a sus simpatía, como una uno de los versos de Alux Nahual:" …y se quedaron los tontos y los guerrilleros". Precisamente "guerrilleros" les gritaban en las competencias las barras de los colegios rivales.

Esa rebeldía era la que había aportado muchachos a las organizaciones guerrilleras, después de la represión brutal a los estudiantes que en gran cantidad se habían aglutinado en el Movimiento Estudiantes Revolucionarios de Secundaria (MERS).

Elías no estuvo mucho tiempo en las organización estudiantil, prácticamente pasó a una preparación militar rápido y para la ofensiva integraba el grupo que tenía la misión de atacar el cuartel. Otro grupo en el que estaba su hermano pondría en unas horas barricadas para enfrentarse ahí al ejército. Tenía una sensación de confianza. Los sueños de revolución serían realidad en pocos días. Se tomaría el poder y se cambiaría la realidad de pobreza, injusticia y opresión.

Después que los militares desaparecieron al final de la avenida y cruzaran la calle frente al beneficio, Elías buscó la forma de terminar la despedida. No deseaba hacerlo. Ahora se comían a besos…como recuperando el tiempo perdido. Estuvieron un rato más acariciándose sin hablar…Marcela pensó que Elías había bromeado con lo que le dijo, eso le tranquilizó y él se dio cuenta, no quiso retomar el tema. De repente,  ella le dijo que su mamá estaría ya preguntándose porque no regresaba. Era mejor que regresara antes que ella saliera a buscarla, el la besó nuevamente y la abrazó con todas sus fuerzas, había olvidado que portaba el  revólver, ella lo sintió durante el abrazo. ¿Qué es esto…? El no supo que responder, podría decirle la verdad, pero era ponerla en riesgo. Ella insistió con la pregunta. Tuvo que responder rápido. Es de mi papá. ¿Por qué la andas? Estaba acorralado, había previsto que podrían atraparlo con el arma, per jamás se imaginaría que sería la chica de sus sueños y menos en el momento más inoportuno. No tenía mas remedio que inventarle una historia. En ese momento, ella presintió que saldrían a buscarla, asomó a la esquina y vio que su hermano salía. Me tengo que ir le dijo y le dio un beso apresurado.

Llegó el día de la Ofensiva final, atacaron el cuartel de la Segunda Brigada, ahí se sublevó un capitán y un teniente del ejército. El cuartel estuvo a punto de ser tomado, pero al final la revuelta fracasó. Entre los daños causados está el incendio del casino de los militares ubicado frente al cuartel. Los muchachos, como le decía la población, tuvieron que irse a la retaguardia, a campamentos en zonas bajo control. En la retirada fueron emboscados y masacrados en la batalla de Cutumay. Elías logró sobrevivir, al igual que  su hermano que también estaba incorporado, pero él murió en combate unos años después en el cerro Guazapa.

Once años después supo el significado de los versos de aquella canción de enero de 1981: Tired of Toein The Line de Rocky Burnette: Bebé, estoy cansado de caminar por la línea/No sé por qué quieres atacarme/Bebé, bebé, bebé/Me estás haciendo llorar.

Baby, I'm 
tired of toeing the line.
I'm gonna put on my walkin' shoes
And leave you far behind.

Bebé estoy
Cansado de seguir la línea 
Me voy a poner mis zapatos para caminar 
Y dejarte muy atrás.

Las lágrimas afloraron con el último verso. Aquel guerrero de mil batallas, endurecido con tanto dolor vivido, ahora se estaba quebrando al escuchar los versos de la canción que le sirvió de despedida de su chica once años atrás. Cuando se fue, su papá tenía una rajadera de leña y su madre una tiendita.  Ahora reiniciaba su vida montando una tiendita cerca de la zona donde creció.  A los pocos días de su regreso recorrió la ruta que hizo un diez de enero de 1981 cuando dejó el amor por la utopía. Llegó a la esquina donde la besó y se fumó un cigarro después de ver que ya no se existía la tienda y ni Marcela ni su familia vivían ahora ahí.



sábado, 30 de noviembre de 2024

La fiesta del tercer piso




Le faltó el aire a su respiración, a su cabeza las ideas y a su boca las palabras. Ojos claros, sonrisa a lo femme fatale. Estaba más linda de lo que la había imaginado. Por primera vez la veía vestida de ropa particular, una blusa blanca a rayas y una falda corta azul celeste justo arriba de las rodillas. Era como soñar despierto. 

Estaba junto a sus amigos,  cerca de las gradas en la primera planta. A la fiesta de la tercera planta solo iban los que pagaban y la mayoría era de tercer ciclo. Ella estaba en sexto grado y tenía el porte de una de octavo grado. “Esa vez me sentí más pequeño y pude ver la distancia de unas gradas y de un colón, tan grande como el muro donde chocó mi felicidad, tan breve como la visión de un ángel en los segundos de un trance”.

La música sonó de nuevo en sus oídos cuando la visión mágica desapareció subiendo por aquellas gradas que la llevaban a la tercera planta donde sonaban con fuerza las bocinas de Estudio 54. Era su amor platónico desde el día que sus miradas se cruzaron en la fila de quinto grado. Pero su amor ascendió a las alturas ese día y se consagró cuando, en otra epifanía, la vio desfilar en minifalda aquel 15 de septiembre.  Esa vez descubrió que las musas que imaginaba en otros mundos, quizá en otros países, las tenía a unos metros de su salón de clases.

Era el baile de los grandes, la música inundaba no solo el edificio, alcanzaba todas las instalaciones, hasta el último rincón donde se fue a refugiar con sus compañeritos, ellos felices con sus juegos, él triste pensando la chica de sus sueños bailando con otro. Sentía amarga la boca al pensar que la estaría bailando con uno de esos... bestias, era una de sus máximas ofensas, aparte de púchica, pues sus padres eran muy estrictos hasta con el vocabulario. En la tercera planta estaban los grados de tercer ciclo y las chicas de sexto grado sentían atracción por los de los grados superiores y nunca por los grados menores.

Por mas que intentó integrarse al juego con sus compañeros, sus pensamientos no lo dejaron. Se apartó y sentado vio jugar a sus amigos...cada minuto que pasaba en su cabeza la imagen de la chica bailando. Una idea repentina le pareció como una ventana al cielo. Fue donde Chamba. Le dijo al algo al oído. Este habló con los demás y juntos recolectaron unas monedas.

Entre todos le reunieron el colón con la promesa de que les pagaría con frutas. Subió con el corazón acelerado y las manos sudándole. Para subir las gradas compró el ticket del baile, le preguntaron si no compraría bebida y yuca frita. No. Tenía exacto para la entrada. Y ¿si tendría que invitar a Susana? …Eso no lo había pensado, ahora ya no podía hacer nada. Entró al baile desorientado.

Estuvo parado en un rincón solo viendo bailar. Vivió uno de los momentos más incómodos de su vida…y ¿ahora qué?... No sabía bailar. Había tenido un tonto impulso. Veía a su alrededor y sentía que todos le estaban mirando. Se fue sintiendo cada vez pequeño, que su ropa no era la adecuada, ni su postura, no encontraba la forma de pararse, de ubicarse en ese ambiente en el cual sus enemigos se movían como la estrellas de la película y el se sentía como el tonto de la comedia. Tuvo conciencia hasta del último detalle de su persona y se veía con todas las debilidades físicas y de carácter, escuálido, con la ropa desteñida y raída en alguna parte; tenía la sensación que todos estudiaban detenidamente cada una de sus carencias, hasta de las internas, incluso hasta de lo que pensaba en ese momento.

Unos amigos de grados superiores se le acercaron. El pensó que por lástima, le invitaron a sumarse a bailar al grupo. Tenían una rueda y había un par de muchachas.  El Sentía que la vergüenza  le tiraba al piso, pero tampoco tuvo el coraje de bajar corriendo las gradas, así que por inercia siguió a sus amigos al grupo.

De a poco fue perdiendo la tirantez en su cuerpo y después de ver que solo era cuestión de hacer un par de pasos o más bien con un solo paso  podía salvar la situación, ganó un poco de confianza. El problema fue que ahora que empezaba a adaptarse a la música, cambiaron el ritmo y pusieron música romántica para bailar pegados en pareja. Tuvo que hacerse otra vez a la pared, pero no fue el único.  El grupo se desintegró, hubiera deseado tener compañeros para no sentirse más solo al ver las parejas bailando, de pronto vio en medio del grupo de bailadores a Susana bailando muy juntito con un chico que el había visto pertenecía a los malvados, Rony y para colmo si sabía bailar. En ese momento ya no pudo más, habría deseado tener un super poder para salvar a la chica de sus sueños del villano, pero solo podía escribir versos que no podían ayudarle a salir victorioso en esta batalla.











sábado, 7 de septiembre de 2024

Los primeros versos

 


Las palabras y la música empezaron a sonar juntas en mi cabeza cuando tenía 13 años, mientras pastoreaba las vacas a orillas de la línea férrea, caminando sobre los rieles de la línea del tren y haciendo equilibrio con los brazos extendidos, mi mente comenzó a jugar con las palabras, formando ideas sonoras. Al crear los primeros versos en la mente, experimenté una sensación extraña, entre el sabor de un triunfo y el vértigo de una cima; una  mezcla de calma musical, satisfacción creativa y adrenalina por una travesura. Esto dio combustible a mis sueños infantiles: ser un renombrado escritor, un cineasta exitoso y un músico famoso. 

Desde que gateaba en el gran patio de la hacienda del padrino de mi padre, mi mente volaba sobre los montes y los cerros hacia el horizonte lejano y sobre tiempos futuros. Un paso tras otro sobre el riel, un verso tras otro pronunciados por una voz interior; abajo, los durmientes que soportaban los rieles van quedando a mi paso como barras de una partitura. Era un octubre de esos en el que la brisa acariciaba el cuerpo y encandilaba la mente. La música de las palabras  sonaba en mi cabeza volando con el viento de aquella fresca mañana de sábado. Eran días de encuentro entre el invierno y el verano. Pasé por el vertiente, un nacimiento de aguas cristalinas en el que habían adecuado con lavaderos a ambos lados de la poza donde las mujeres lavaban ropa. Me desequilibraba y caía y volvía a retomar los pasos sobre los rieles, alternando de uno a otro en la línea paralela, también se  desequilibraban los versos, pero saboreaba esos sonidos, retomándolos, al mismo tiempo que los pasos sobre el acero. 

La poesía fue una buena compañera  de lucha, o más bien un arma o una vitamina para sobrellevar  las penurias de la pobreza, alimentando mi espíritu para volar sobre su realidad y posarse lejos en el tiempo, en escenarios futuros plenos de éxitos,  inspirados en historias de tiempos pasados y lugares lejanos. La  literatura fue mi aliada desde que aprendí a leer, llevándome de la mano por vastos horizontes  viajando a ambos lados de la línea del tiempo y a los cuatro puntos cardinales del espacio. Por eso desde muy temprano se despertó la inquietud de la creación. Mi primer intento en las letras fue la historia de un histórico líder indígena del sur,  y en ese primer intento, fui señalado de plagio porque un profesor concluyó que al ponerle un nombre real, la historia que había contado era verdadera y por tanto la había copiado, eso me enojó y me deprimió al principio, pero después lo tomé como un alago porque significaba que lo que había escrito tenía algo de calidad para que llegara a ser creíble. 

Por otra parte, la música fue cómplice de mi mente soñadora, desde antes que empezara a caminar, cuando mi madre, a las cuatro de la madrugada me sentaba cerca del poyetón, mientras ella preparaba la comida que llevaría mi padre para el trabajo al que llegaba dos horas después cerca de la cima de la montaña Montecristo. Mi madre acompañaba su quehacer con la música de un pequeño radio transistor que  amenizaba esas madrugadas junto al fogón donde se cocinaban las tortillas y los frijoles. Años después, al regresar de la escuela, la música me acompañaba mientras hacía las tareas, o empezaba a garabatear mis primeros versos. Desde el primer día de clases me apasioné por la palabra escrita, cuando a los siete años cursé el primer grado y se fueron tejiendo las palabras, nuevos sonidos, nuevas ideas. En poco tiempo fui encontrando la música en las palabras, frases o versos de los libros que iban cayendo por milagro en mis manos, provocando ideas que se expresaban en palabras que venían de lo profundo del alma a través de algo mágico que se movía en el interior, primero con la musicalidad de la poesía y luego también con la melodía de las canciones que componía sin saber todavía nada de música.

Eran tiempos de guerra en una zona que solo sus ecos llegaban después de haber vivido directamente sus golpes unos años atrás, cuando estaba muy pequeño, los escuadrones de la muerte mataron al tío de mis dos únicos amigos de mi infancia preescolar, sacándolo a media noche de la casa en que ellos también vivían, era el hijo de mi padrino y murió después de ser torturado, por unos comentarios que hizo en público que fueron considerados subversivos. A pesar de esas heridas cercanas que iba dejando la guerra, las cuales nos marcaban desde pequeños el estilo de vida silencioso y precavido, siempre encontraba un espacio sagrado para la inspiración, manteniendo a salvo mis sueños como cuando caminaba por la línea del tren o subía los cerros cercanos, viviendo la tranquilidad de una zona todavía solitaria.

A mi como a todos los niños, el futbol me hacía soñar, y como que no, era época en la que nuestra selección clasificó al mundial de España 82. Aparte de pegarle a una pelota de plástico o a veces a una naranja, en el patio polvoso o lodoso de la casa, imaginándonos en un gran estadio lleno de aficionados que nos ovacionaban, gritábamos goooool a todo pulmón. Pero la pasión por las letras era un amor platónico en las condiciones precarias donde los libros eran artículos de lujo, lejos del alcance de un chico semi rural en una familia que apenas va sobreviviendo cada día, haciendo milagros para que todos sus miembros tengan algo que comer, sin embargo se convirtieron en un artículo de primera necesidad porque eran en los guantes para luchar por la vida contra la desesperanza, la mediocridad y las limitaciones materiales. La primera vez que vi boxear  fue detrás del Palacio Municipal, durante las fiestas patronales, ahí habilitaban un cuadrilátero para que subieran voluntarios para disputarse unos cuantos pesos y   la primera vez que escuché hablar de boxeo fue cuando mi padre me contó sobre su amigo con el que no podía ni la Guardia Nacional, había noqueado a varios de ellos en Metapán y no precisamente en un ring de boxeo, hasta que se dieron por vencidos y para una fiesta patronal, le enviaron un mensaje por medio de un niño, para que llegara al parque donde habían montado un cuadrilátero y había un boxeador capitalino pidiendo un retador; después de verificar que aquello no era mentira y de superar la desconfianza se acercó y subió al cuadrilátero. No se boxear le dijo, pero si pelear. No importa le contestó. Empezó la pelea, el boxeador profesional empezó a bailarle moviéndose a los lados y tiró un par derechazos que no alcanzaron, siguió tanteando y al dar el tercer manotazo, recibió un solo manotazo en la cara que lo tumbó. Esa y muchas otras historias habían desde muy pequeño mi universo imaginario ya que no contábamos con un televisor,  eran las historias de mi papá y los cuentos de la radio  y radionovelas uno de mis entretenimientos que ayudaron a poblar mi imaginación de muchas historias reales y fantásticas.

Ese ambiente desarrolló por necesidad y por vocación mi capacidad de soñar. Siempre estaba imaginando grandes cosas y más cuando escuchaba música en la radio, imaginaba escenas como cuando en los periódicos aparecía una nota sobre la nueva obra del reconocido escritor y veía a la par del artículo una bonita portada del libro con mi reluciente nombre. Eso compensaba las ásperas condiciones en las que crecía  porque  las limitaciones económicas eran grandes y para sobrevivir tuvimos que empezar a trabajar desde muy temprana edad, ya sea cuidando el ganado o cortando el zacate para alimentarlas,  o cultivando maíz y frijol. De esta manera reforzábamos el mísero salario, que ganaba mi papá en la finca, obteniendo alimentos y con la venta de una parte de la leche se obtenía un poco de dinero con los que mi mamá compraba otros alimentos y cosas para la casa y bajarle un tanto a la libreta de fiados que tenía en la tienda. Siendo el mayor de los hermanos, que al final terminamos siendo ocho, tenía un  compromiso que no había pedido, una responsabilidad muy grande desde pequeño. Por las tardes cuidaba las vacas, después de que por estrategia mi padre dividiera los turnos de estudio de los dos hermanos mayores para dividir las jornadas de trabajo. La tarea menos fatigosa era cuidar las vacas y en eso estaba cuando aparecieron los primeros versos en mi mente. 

Había logrado avanzar sin caerme del riel unos 20 metros con los brazos extendidos, saboreando ese logro y el haber creado el primer poema de mi vida, cuando caí de nuevo a los durmientes y me pregunté cómo podría llegar a ser un gran escritor si no podría seguir estudiando. El dinero que ganaba mi papá como mandador de la pequeña finca, a la que el patrón llamaba la Chacarita, creo que después de un viaje a Argentina, era el salario del campo, una miseria y en la casa la familia crecía cada dos años; no le alcanzaba para ir comiendo y ahora apenas se cubría con el trabajo extra que mi hermano y yo hacíamos; pero era insuficiente para continuar los estudios,  tenía que gastar en útiles, uniformes, zapatos y contribuciones que le pedían cada mes para obras en la escuela.

Para no sentirme tan triste repetí los versos en mi mente, saboreando de nuevo esa sensación de Dios en el momento de la creación. En mi pensamiento las palabras sonaron en una cadena musical,  dividida en eslabones como los vagones del tren que en ese momento se aproximaba anunciado por el silbato de la locomotora, expulsándome del paraíso  creativo. Había que apurar el paso y salir de esa curva porque los paredones estaban muy cerca y no daban espacio para apartarse lo suficiente. Seguramente vendría por la tercera curva, o quizás no, porque ya alcanzaba oír el sonido de la locomotora, viene ya por la segunda vuelta.  Tenía que sacar las vacas de la curva, si las encontraba ahí el tren, seguro mataría por lo menos una. Las palabras volaron de mi cabeza, como las aves espantadas por una pedrada volando rápidamente por el instinto de sobrevivencia;  COMO MUCHAS VECES DURANTE MI VIDA EN LAS QUE TUVE QUE DEJAR PARA DESPUÉS LA POESÍA PARA SALVARME DEL HAMBRE, DE LA MISERIA O DE LA MUERTE. 




































martes, 11 de julio de 2023

El dibujante que hizo bailar a Picasso la danza macabra



Estoy trabajando una colección de caricaturas de artistas para un libro que me van ayudar a publicar y me he propuesto hacerle una a Picasso, para eso quiero verlo trabajar y parrandear en las noches, para captar los detalles mas esenciales de su vida, pero es difícil porque es una estrella y siempre está rodeado de gente famosa. Creo que estoy a punto de lograrlo con la ayuda de un reconocido pintor, vamos a un cabaret llamado Lapin Agile, donde le gusta departir con sus amigos algunas noches, en el barrio Montmartre, donde trabajan y se divierten la mayoría de artistas que vienen a París. 

Era una carta, fechada el 23 de marzo de 1927s, encontrada en medio de uno de los libros usados que compré en la librería la Segunda Lectura, inmediatamente me doy cuenta del tesoro que había encontrado, al confirmar mi sospecha al final de la carta con la firma del más grande dibujante que ha tenido El Salvador. Así de manera incidental llegó a mis manos, como una travesura de los duendes de los libros, este valioso documento con pistas de lo que fue la grandiosa vida de este artista en el París de los años locos (années folles), desconocido por muchos en su país y reconocido por los grandes del mundo, en esa época en que las estrellas se alinearon en la Ciudad Luz, con epicentro en el barrio Montmartre. 

Esta carta, en la que el artista informaba a su hermana de sus aventuras en París, provocó un efecto mágico en mi, me transportó al París de los años 20 del siglo XX, la época y la ciudad en la que viví mi vida pasada, porque siempre mis sueños me llevan hacia ella y a esos momentos. Después de leerla como diez veces, decido emprender el viaje con él, y para eso me dediqué a buscar más información del dibujante Toño S. Lo primero que hice fue buscar en mi biblioteca el libro Caricaturas Verbales de Don Luis Gallegos. Ahí encontré la información que me ayudó a tener casi el cuadro completo del personaje genial salido de una historieta de aventuras artísticas. 

Su biografía da para una novela, con escenas de película desde sus primeros años de vida, pero para resumir, inicio el viaje cuando se le apareció a una de las eminencias literarias de ese entonces, Don Arturo Ambrogi, quien lo describe como un "muchachito, endeble, paliducho. Apenas si era una raya de lápiz vestido de dril relevado y tocaba la cabeza con un deteriorado sombrerito en que la paja amarillaba. Con una carita jalada enjuta, de grandes ojos vivaces y pestañas colochas, reflejaba un prematuro cansancio". 

Toñito le enseñó sus dibujos al reconocido autor. A Don Arturo le parecieron extraordinarios, sobre todo para un muchachito en este rinconcito de la tierra, en que no había mayor tradición artística lo que le provoca más admiración. "Es de una absoluta necesidad que hagamos una exposición y le conozcan estas gentes", le dijo y se puso manos a la obra, le organizó una buena exposición el foyer del Teatro Colón de Santa Ana, en la cual desfilaron una gran cantidad de personas, superando las expectativas del dibujante y el escritor, quienes curioseaban las obras de Toñito. Don Arturo escuchó los comentarios de la gente, "que igualito al fulano, que bien lo dibujó"; pero se decepcionó porque no hacían ni un comentario sobre sobre la técnica empleada en los dibujos, ni sobre el extraordinario estilo que ya se expresaba en sus caricaturas . 

Con un sabor agridulce Don Arturo saboreaba los resultados de la exposición con la que pensó ayudarlo a alcanzar el puesto que ya merecía aquel jovencito. Pasó el tiempo y siempre se lo encontraba revisando revistas ilustradas, o alguna novedad bibliográfica en la Librería de los Caminos, sobre todo en la búsqueda de nuevos ejemplares de la revista mensual L'Assiette au Beurre, o Le Rire, para seguir estudiando y mejorando su técnica, pues admiraba de sus dibujos el simplismo de su técnica, el cual marcará también su propio estilo. 

Una soleada tarde de mayo, Don Arturo se lo encontró saliendo de la librería. Toñito, hay que irse, le dijo. ¿Irme? Si hombre. Hay que irse. Y ¿a dónde? ¿y cómo? Pues a Europa, y si no puede a Europa, a cualquier parte, pero usted debe irse, salir de aquí, o usted fracasa. ¡Váyase! 

Después de esa conversación, Don Arturo puso todo su empeño en ayudar a Toñito para el viaje. Aprovechó sus contactos con el gobierno del Presidente Jorge Meléndez. A través de un amigo en Cancillería al que llama el negro Gallegos, y a quien le reconoce un gran corazón, hace llegar la petición al Presidente. La respuesta fue "no hay pisto" "estamos pobres", lo que provocó la rabia del escritor, pues sabía que en esos días uno de los "amigotes" del Presidente, se había embolsado 60 mil colones en un negocio. 

Pasaron los días, pero Don Arturo y su amigo no desistieron de su lucha por el novel dibujante. La gestión tardaba más que la paciencia de Toñito que empezaba a inquietarse, luego que le encendieran la llama de la aspiración a conocer otras latitudes, a buscar nuevos horizontes. Cuando se encontraba a su mentor, su mirada le interrogaba, quien a su vez con otra mirada le respondía que todavía no había buenas noticias. Un día se le acercó y le dijo, tenga paciencia muchacho, lo último que pierde un hombre es la esperanza. 

Un día en que la desesperación también había alcanzado a don Arturo le dijo: 
Hay que irse. 
 ¿Cómo? A nado 
¡A nado, si es posible! (Recordó el consejo que Juan Cañas le dio a Rubén Darío cuando le instaba que se fuese a Chile, en momentos que el autor de Azul estaba con las mismas dificultades para realizar su viaje). 

Don Arturo le dice a don Luis Gallegos que Dios dispuso que Toño no se fuese nadando, pero si en uno de los prehistóricos barcos de la Mail Pacific, después de una veintena de gestiones del negro Gallegos, que era subsecretario de Relaciones Exteriores, el Presidente, al fin consintió que organizase el apoyo y se firmó la orden para la compañía de vapores, aunque el viaje por el momento no sería para París, sino para México. 

El mundo estaba girando a su favor, de la noche a la mañana su estrella se había alineado y ahora las cosas salían mejor de lo esperado. En el México en el que todavía estaba reciente la revolución, la primera del siglo en el todo el mundo, lo recibieron con los brazos abiertos en el mundillo intelectual y artístico, gracias a los buenos oficios de destacados, pero inesperados, escritores internacionales. 

 "De El Salvador salí hacia México, el México de la Revolución, en 1918. Llego a Puerto México, hoy inhabilitado, en el barco Escajeda, redondo como una cacerola, sin proa ni popa. Las tropas revolucionarias acampaban cerca. Oigo cantar La Adelita. Con una pelambre de peregrino, como los hippies de hoy, me acerco a una barbería, donde me encuentro a un militar admirador de Amado Nervo ("Amado Ñervo", decía él graciosamente). Este militar me señala, en un número de la Revista de Revistas, una carta de don Román Mayorga Rivas, director y fundador del Diario Salvador, compañero de ideales juveniles de Rubén Darío, dirigida a José de Núñez y Domínguez, director de aquella publicación, donde le dice que yo tengo "un lápiz de luz", cuenta muchos años después Toño a Don Luis. 

Al llegar a la ciudad de México, se fue directamente a la pensión de Madame Turillon, una francesa que había conocido en San Salvador, donde tenía un hotel muy conocido. Al verle y conocer su raquítica situación económica le envió a La Capilla, que tenía ese nombre porque antes de la Revolución lo había sido cuando los dueños del inmueble no habían sido expropiados. La pensión llegó a ser un reconocido taller de artistas. 

Gracias a las recomendaciones enviadas por distintos intelectuales a sus pares mexicanos, Toño tiene una buena recibida en el DF. Una de las más efusivas, fue una carta abierta del ya reconocido internacionalmente intelectual y escritor nicaragüense, Salomón de la Selva y dirigida al reconocido crítico literario y humanista dominicano, Pedro Enríquez Ureña, y al destacado escritor Alfonso Reyes, publicada en el periódico El Heraldo, en el mismo número en que el periódico aparecía un suplemento dedicado a su llegada. "… el lápiz del caricaturista ha logrado lauros que antes eran sólo del acero. Consagración artística ya había recibido por la virtud y perfección de Aubra Beardslay. Le falta, sin embargo, para cimar su gloria, el ser medio de dulzura y de luz. Y a mí se me entristece el corazón y se me aviva el ojo de orgullo, por la creencia fija, mía, de que a uno de los nuestros le ha sido dado el privilegio de alcanzar para la caricatura ese dote de honor…" 

Las puertas de una de las grandes metrópolis del arte en Latinoamérica se le abrieron gracias a estas intercesiones y empieza a estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Profundiza en el estudio del arte de las culturas ancestrales de Mesoamérica y se empapa todo lo que puede del conocimiento y la cultura, leyendo y recibiendo los consejos de los artistas consagrados, de las tertulias en casas de amigos artistas o escritores, en las puertas de Samborns, o en distintos cafés y bares de la capital mexicana. 

A pesar de la acogida de artistas e intelectuales, su presupuesto es escaso y lleva una vida ascética en su vestuario y alimentación, sobrellevando su estadía ayunando, "cociendo con paciencia benedictina sus calcetines" como escribe en un crónica en el Heraldo de México Manuel Hortal. "Sus calcetines llegaron a ser una obra acabada de bordado…sus zapatos salvadoreños se reían lastimosamente de sus dueño". Por eso sus amigos se alegraron cuando el dibujante con rostro de monaguillo encontró "un empleo bendito" en el Museo Nacional. 

Cuando México le queda pequeño, decide irse a París para continuar construyendo su gran sueño. Pero ahora me faltaba la información de esa nueva etapa del artista a lado de esa constelación de estrellas que poblaron la capital francesa y que deambulaban por los callejones de Montmartre y Montparnasse, nutriéndose del espíritu del arte y la cultura. Así que decidí volver a la Segunda Lectura a preguntar si el libro que me había vendido era parte de un lote. Amablemente el dueño, que atendía personalmente el negocio, me dijo que si, que precisamente ayer le habían llevado un nuevo lote de los mismos. Le dije que si podía ver los libros para ver si encontraba uno en particular. Me dijo que si y fue conmigo a una esquina, en medio de estantes repletos de libros usados, unos antiguos, otros algo nuevos. Tenía los libros aun sin desempacar. ¿Puedo revisarlos? Si claro, véalos ahí, fui sacando uno por uno y revisando. Primeo mientras el estaba presente hice como que si leía de que se trataban, cuando se fue , apuré la búsqueda pasando rápidamente las páginas. Encontré otras cartas y postales y las ubique en tres libros que le compré para poder llevármelas. 

También busqué en el Museo de la Palabra y la Imagen encontré la carta que le envía a su primo Salarrué y tal como supuse, el dibujante que deambulaba por las calles de París en los "années folles" era el mismo de un libro que tenía en mi biblioteca de Don Luis Gallegos. 

Así fue como pude viajar al París de los "años locos" y ver como era el ambiente en el que los grandes artistas, intelectuales músicos y locos amantes de la cultura y de la bohemia vivían el éxtasis de la locura creativa en la Ciudad Luz, aportándole lo extravagante y la belleza, la innovación y la visión para el arte del futuro. Europa venía saliendo de las amarguras de la Primera Guerra Mundial y un nuevo espíritu prendía en las calles de París, iluminadas por los avances de la ciencia y la tecnología y sobre todo el arte, que elevó los espíritus de una generación a tal punto que marcaron lo que sería el arte en el siglo XX. Como podría haber tanto talento, tanta cultura, tanto arte reunido en unos pocos metros cuadrados. 

Con la nueva información armé la segunda parte de la historia de un humilde dibujante que llegó a codearse con los más famosos pintores y escritores del siglo XX, viviendo uno de los momentos más emocionantes intensos en la historia del arte. 

Salió del Puerto de Acajutla a principios de 1922, después de pasar por el recién estrenado Canal de Panamá, se enfermó de estómago, fueron días terribles para su endeble constitución física, cuando sentía que iba a morirse, se decía "si mis ancestros viajaron en peores condiciones, porque voy a quedarla cuando estoy ya en la ruta hacia la conquista de mis sueños", por su sangre corría el espíritu aventurero de sus antepasados los navegantes vascos del siglo XV. Cuando los remedios que le dio la tripulación empezaron a hacer su efecto sintió volver a la vida y subió a cubierta a leer y a pensar en todo lo que haría en París. Los largos del día del viaje los afrontó leyendo. No llevaba casi ropa, sus maletas iban llenas de libros, lo cual fue motivo de broma que le hiciera Juan Cotto, que llegó a despedirse a su casa. 

Después de un largo viaje, por fin llega a París en octubre de 1922, se instaló en el barrio Montparnasse, en el Grand Hotel de Blois paga por adelantado varios meses como previsión, aunque tenía una beca no querría correr ningún riesgo, iba decidido a soltar amarras para navegar libre hacia su sueño, trabajando duro en esa habitación conseguiría alcanzarlo, estaba en el lugar perfecto: la vida creativa y bohemia se dividía entre Montparnasse y Montmartre en la década 1920, cerca de su residencia estaban La Coupole y La Rotonde, cafés de moda entre los intelectuales franceses y extranjeros, que hicieron que este barrio le rivalizara el protagonismo a Montmartre, y los dos se convirtieron en los centros de operaciones de Toño, pues para acercarse a los grandes, nada mejor que estar donde confluían los locos geniales mas grandes del siglo en distintos campos, desde la pintura, las letras y la música. 

Después de más de un año viviendo en la capital mundial de arte de ese tiempo, se impregna del parisianismo y del estilo de vida francés con alegría y dolor en el día a día, empezó a ver los tonos que dibujaban el ambiente parisino de entonces, que expresaba diversos matices de un espíritu que recogía alegría y tristeza, creatividad y lucha por la supervivencia, fiesta y meditación, libertad y disciplina , risas y lágrimas, ilusión y realidad, glamour y humildad, opulencia y pobreza; todo lo que marcó una época emblemática en la historia cultural de París y del mundo.

También continua su búsqueda de la "caricatura pura" en la cual prevalezca solo lo esencial, lo expresivo en una síntesis gráfica y sicológica, intelectual y espiritual. En esa búsqueda comienza a enriquecer su ya definido estilo de dibujo, reforzando su lenguaje gráfico desarrollado en México, al nutrirse de los dibujantes que más admira, entre ellos al genio de la literatura, el teatro, la pintura (el hombre orquesta le decían sus colegas) Jean Cocteau, pero también a André Rouubeyre Senep, quien publica en Le Figaro y Guz Buffa, un escritor y dibujante, a quien considera uno de los grandes representantes del arte francés y por supuesto a Picasso. Su búsqueda lo lleva al mismo sitio que esa nueva oleada de grandes artistas: el arte primitivo. 

La vida bohemia de París era intrínseca al ambiente artístico y una de las principales catedrales de diversión nocturna era el Moulin Rouge. Ahí vio cantar a Josephine Baker, quedó más enamorado de París. Salió cantando en coro con sus amigos De Temps en Temps,y París, París. París. París, París, París es en la tierra un rincón del paraíso. 





Se estaba estancando y le preocupaba quedar en el limbo, aunque seguía progresando en su arte, si no lograba que su obra fuera reconocida, tendría que regresar nada más con la experiencia vivida. Recordaba las palabras de su amigo el escritor Manuel Hortal en México: "Ahora prepara las maletas exiguas para la conquista de París. Ojalá, y retorne glorioso y serio, para no repetirle aquellas palabras de Ibsen: París, París, lo que te confiamos y lo que nos devuelves". 

Un viernes por la tarde recibe un correo de la embajada de El Salvador en Francia. Sentado en el suelo frente a sus mesa de dibujo lee la carta en la que le notifican que su beca ha sido cancelada…Tira la carta y sigue dibujando, después de una hora, se levanta y toma un papel y un bolígrafo. "Entre más lejos veo mis sueños más grandes son mis ganas por alcanzarlos, del tamaño suficiente para darme la fuerza y el coraje de recorrer todo el camino que debo recorrer para alcanzarlo. Aunque a veces me sienta extraviado, siempre sigo la estrella de mi yo más profundo, y siempre aparecen en mi camino ángeles poniendo alas para el vuelo", eso escribía en una carta, un 3 de noviembre 1923. Es otoño en París y en su país es verano, todavía con los vientos de octubre y las acariciadoras brisas frescas que anticipan el fin de año con sus sensaciones de relajamiento y alegría espiritual. Para alegrar su espíritu y alejar las nubes negras, sale temprano a recorrer las calles que llevan al Parque de Luxemburbo, después de deambular por un rato decidió no entrar al parque, sino mejor regresar en busca de sus bares preferidos. 

Entró al La Coupole decidió arriesgar su bolsa dándole un lujo al paladar para estimular su inspiración, haciendo un giro brusco a su austera dieta diaria que consistía en huevos duros, para empezar pidió el Hennesy con soda. Aquí empezó a acariciar el proyecto de hacer un álbum, se lo imaginó bellamente impreso en fuerte papel de marquilla, con las figuras del ambiente artístico de París y presentarlo en un bonito evento en el que asistieran sus personajes. Regresó a su apartamento con su espíritu animado, escribió una carta a su hermana y se puso a trabajar preparando los perfiles de los grandes artistas que incluiría en su proyecto; pensando en sus amigos escritores mesoamericanos y los famosos artistas con los que había establecido relaciones. 

Siempre encontraba ángeles a su paso para saltar a nuevos niveles en su ascenso a la consagración de su arte. Su suerte providencial, su talento y su carisma atraían la simpatía figuras importantes del ambiente literario, como la , la del "Príncipe de los Cronistas" quien promovió "las excelencias de su lápiz y su concepción del arte de la caricatura como un arte literario". Forjaron una gran amistad, y fue el maestro del lápiz quien le presentó a Consuelo Suncín, que luego fue su esposa (la inspiración para la rosa de El Principito, ya que después de su muerte fue la esposa de Saint Exúpery). 

En el caso de Enrique Gómez Carrillo, el famoso cronista,   más que ángel parecía un demonio por su fama de irreverente escritor, bohemio y mujeriego. Pero Antonio será un nuevo mentor que le alienta y le ayuda a hacerse un puesto en el periodismo artístico parisino, en el que el era una de las consagradas figuras desde principios del siglo, reconocido y admirado por los grandes como Verlaine, Azorín, Unamuno, Pérez Galdós, Maeterlinck, German Arciniegas, D´anunzio. Al café Napolitano asistía todas las tardes, después de trabajar sus artículos que enviaba a los periódicos de Argentina o de España en los que colaboraba, se sentaba a leer los cinco periódicos que compraba para estar al día con la información Internacional y de París, y para tertuliar con sus amigos. Ahí le presentó a el escritor Ventura García Calderón y fue este quien lo llevó a publicar en los principales periódicos de Francia. Primero le presentó al encargado de la sección literaria de Le Matín, Henri de Jouvenelle, después logra nuestro artista, tener una sección fija en L´Intransigeant, "Portrait a la minute" y también empezó a publicar en Le Journal y Le Rire, la revista que repasaba de adolescente para estudiar sus dibujos. 

Después de una jornada en la que había completado la caricatura de André Bretón, que sumaba a la de Jean Cocteau, decidió ir a Montmartre como a pescar los peces gordos. En una de las callejuelas próximas a la Basílica del Sagrado Corazón se instaló para dibujar, al buen rato tuvo una gran sorpresa un día se acercó a ver sus dibujos la Venus de Ebano, le mostró los dibujos de algunos famosos que ya había hecho y la estrella del Moulin Rouge estuvo de acuerdo a que le hiciera una caricatura. Otra estrella sumaba a su álbum. 

Se había abierto paso en el periodismo, ahora esperaba consagrarse con sus obras con el álbum. Para su suerte conoció y se hizo amigo de un consagrado pintor, que le tiende la mano para ayudarle a abrirse paso en el competido ambiente artístico de París. "Anoche estuve compartiendo con un pintor muy conocido aquí con el que he establecido una buena amistad. Le han gustado los dibujos que le he mostrado". En otra de las cartas a su hermana habla de que el amigo que le está apoyando en su proyecto es el reconocido pintor Van Dongen, originario de la tierra de los molinos y los tulpanes, que se ha vuelto gran aliado para conquistar el olimpo del arte." Es un gran pintor y un buen amigo, sus obras son geniales y nos identificamos en muchas concepciones del arte, la pintura y el dibujo", le cuenta a su hermana. 

Captar el alma de una persona en unas cuantas líneas es un desafío gigantesco y más si es un personaje fuera de serie como Pablo Picasso, a quien lo había encontrado en las calles de Montparnasse, pues por ese tiempo había dejado su estudio y residencia en Montmartre y se había trasladado con su nueva esposa al Left Bank de París, en las inmediaciones de Montparnasse. A él no se lo encontraba en las galerías, vendía sus cuadros directamente y recibía a sus amigos en su estudio o se reunía con ellos siempre en sus preferidos bares. 

Había acordado con Van Dongen ir esa noche al Lapin Agile, ahí estaría ahí Picasso, uno de sus lugares favoritos, frecuentado menos ahora que su fama ya había alzado vuelo como uno de los grandes pintores del siglo que todavía estaba tierno. En las paredes de una de las callejuelas aledañas a la Basílica, vio pintado !Matisse te vuelve loco!, ¡Matisse es más peligroso que el alcohol!. Al llegar al café La Rotonda se reunió con su amigo Van Dongen y le comentó la pinta que había visto, a lo que él le contestó que eso era obra de Picasso y su banda. Se fueron directo r al cabaret donde ya estaba Picasso sentado en una mesa del fondo, donde se podía apreciar la alegría desbordante. La música liderada por el acordeón, característica de la música Musette, sonaba de fondo disputando protagonismo a los sonidos del jolgorio que tenían Pablo con sus habituales amigos pintores y poetas. ¿Ya viste quienes están con Pablo? Ahí está Jean Cocteau y Braque, es una buena noche. Entraron y se acercaron a la mesa, Van saludó primero a Braque, después a Jean y por último a Pablo y les presentó a su amigo, un gran dibujante de Centroamérica. 

Toño se sintió que sus sueños se estaban consagrando. Se acomodaron a la mesa y la tertulia continuó. Pasado un buen tiempo y al calor del licor, la conversación era mas amena. Van se había acercado a Pablo y le llamó para paresentarlo. 
Mi amigo acá está preparando un libro de caricaturas y quiere incluirte. Es un revolucionario del dibujo, tiene una magia en sus trazos con la esencia del arte primitivo que recoge en unas cuantas líneas la sicología y el espíritu de cada personaje de un modo visionario. 
Así que quieres que sea tu modelo. Van me dijo que estudiaste en México, se levantó, consiguió un sombrero y le pidió que lo siguiera a la calle. Ya se como voy a modelarte, dijo y sacó un revolver y le dijo que así lo dibujara.

Ese revólver había pertenecido Alfred Jarry, personaje genial que había deambulado por aquellas callejuelas con su insolente rebeldía, riéndose de todo y construyendo personajes bufonescos literarios que adoptaba en la vida real, como a esa grotesca marioneta que conquista el poder con la violencia y la traición y cuyos gestos incorpora a su comportamiento cotidiano, su sentido del humor llegaba al extremo de jugar con su oxidado revólver Browning, porque le parecía bello como la literatura. 

Ese es el Jarry que murió a los 34 años y dejó una su huella que no pasó desapercibida ni por sus detractores y ese es el revolver que empuña Picasso hacia el cielo, mientras le dice: 
¿No vas a tomar ideas para tu boceto? 
No necesito que me pose, solo recojo los elementos en mi imaginación. Cerró los ojos y en ese momento escuchó un disparo, abrió los ojos asustado, Pablo se carcajeaba. 

Cuando regresaban a la mesa le preguntó: ¿Qué opinión tienes de mis pinturas? 
Sus obras me parece que representarán el arte de este siglo. 
Porque crees que mis obras son tan buenas? 
Porque sus trazos tiene la belleza de lo simple y una síntesis profunda de la imagen. 
¿Sabes porque se que son buenas? 
No se. Por que se venden. Jajaja, los dos rieron con esa risa expansiva que inunda los espacios, compitiendo con el acordeón de un grupo que tocaba canciones del estilo musette, que recoge en sus notas el alma parisiense en la que se mezclan la alegría escandalosa y la tristeza melancólica derramadas en la bulliciosa noche bohemia. 

Pablo y Toño congeniaron, se entendieron muy bien en el lenguaje del arte pues ambos buscaban la síntesis que extrae la esencia de la vida en los personajes y la naturaleza. Toño con sus dibujos captaba como rayos x de la vida, el esqueleto y sus signos así como "al fundir y refundir todas las formas, Picasso asimiló y absorbió lo caricatural, lo deforme, lo feo, incorporándola al Gran Arte moderno". 

Así fue completando el trabajo de su álbum como el trabajo de graduación de su carrera artística en París, y apuró los preparativos para su impresión y lanzamiento, no quería que llegara la otra década antes de publicarlo y a pocos días de finalizar 1929, metió a impresión su librito Caricaturas. El 19 de diciembre esperaba ansioso que salieran de imprenta los libros, ese día terminaron, pero pudo verlos hasta el día 20 a primeras horas de la mañana en la 19 rue Condamine cuando al fin tuvo en sus manos su soñado álbum con una carátula verde claro y con texto Caricatures de Toño Salazar en color ocre, en él contenía 30 caricaturas de personajes célebres del arte y la literatura y un prólogo de su querido amigo y estrella del arte en el Olimpo parisino Van Dongen que tituló Boniment. Algunas de las estrellas que caricaturizó y que son parte del firmamento del arte: Válery, Paul Claudel, Igor Stravinski, Pablo Picaso, Jean Cocteau, Henri Matisse, Van Dongen, Francis de Miomandre, Cécil Sorel, Blaise Cendrars, André Gide, James Joyce. 

Aunque para la presentación de su álbum, también había contado con la inestimable ayuda de su amigo holandés, que pregonaba "un espectáculo único, genial, sensacional", anticipaba un éxito, Toño sentía la ansiedad por que el público asistiera, sobre todo esas vedettes del arte y la literatura. 

El gran día llegó y el lápiz de Salazar se colgó de las paredes en un salón de parís para mostrar a los grandes expresiones gráficas llenas de lirismo, en pocas líneas se condensaban el intelecto y la espiritualidad en que se reconocían y desconocían así mismos en una síntesis de rasgos inmortales, que sorprendieron a quienes estaban sorprendiendo al mundo con sus colores, sus trazos o sus letras. 

"He aquí una serie de retratos dibujados, pintados, escritos y pensados por Toño Salazar, para quien este mundo carece de maldad y está lleno de humor y optimismo, lo que no está mal, es una dicha para todo el mundo ver las imágenes de todos esos grandes hombres en este panteón de la Caricatura", dijo Van Dongen presentando la obra del artista centroamericano. 

Toño toma la palabra, dedicando sus caricaturas a sus amigos latinoamericanos "a Alfonso Quiñones, Ventura García Calderón, Alfonso Reyes, Joaquín Paredes, Carlos Aguilar V., Oliverio Girondo, Mariano Brull. Estos dibujos nacieron en mis vagancias. Nacidos a veces en las mesas de café, o en un papel secante,o sobre los manteles de restaurante, y hasta sobre la blancura del mármol. Les pertenecen a ustedes tanto como a mí porque sin sus consejos, sin su cálida simpatía, esos hijos no habrían sido jamás recogidos". 

Después de decir sus palabras y saludar a los invitados, con sorpresa y alegría Toño se encuentra en la presentación a Picaso, quien le dice me hiciste bailar la danza macabra Usted me la hizo bailar a mi. Veo que sabes lo que dijo Giraudoux. Si, toda buena caricatura deriva de la danza macabra. Miomandre estaba cerca y le dijo a Toño tú ha sabido elevar la caricatura a la altura del lirismo 

Al finalizar el evento Toño se despide de sus amigos camina por las calles de París en una noche de invierno no tan fría y sobre todo con el calor del éxito acariciado al completar su proyecto. A lo lejos divisa la silueta Torre Eifel, está viviendo un sueño, el sueño de toda su vida, desde su infancia en Santa Tecla. En el puente Points des Arts traviesa el Sena rumbo a su apartamento. La década de los 20 está terminando y también un ciclo suyo, los años locos le han dejado una gran conquista que solo se puede lograr con la locura mística del artista genio.