Era una carta, fechada el 23 de marzo de 1927s, encontrada en medio de uno de
los libros usados que compré en la librería la Segunda Lectura, inmediatamente
me doy cuenta del tesoro que había encontrado, al confirmar mi sospecha al
final de la carta con la firma del más grande dibujante que ha tenido El
Salvador. Así de manera incidental llegó a mis manos, como una travesura de
los duendes de los libros, este valioso documento con pistas de lo que fue la
grandiosa vida de este artista en el París de los años locos (années folles),
desconocido por muchos en su país y reconocido por los grandes del mundo, en
esa época en que las estrellas se alinearon en la Ciudad Luz, con epicentro en
el barrio Montmartre.
Esta carta, en la que el artista informaba a su hermana de sus aventuras en
París, provocó un efecto mágico en mi, me transportó al París de los años 20
del siglo XX, la época y la ciudad en la que viví mi vida pasada, porque
siempre mis sueños me llevan hacia ella y a esos momentos. Después de leerla
como diez veces, decido emprender el viaje con él, y para eso me dediqué a
buscar más información del dibujante Toño S. Lo primero que hice fue buscar en
mi biblioteca el libro Caricaturas Verbales de Don Luis Gallegos. Ahí encontré
la información que me ayudó a tener casi el cuadro completo del personaje
genial salido de una historieta de aventuras artísticas.
Su biografía da para una novela, con escenas de película desde sus primeros
años de vida, pero para resumir, inicio el viaje cuando se le apareció a una
de las eminencias literarias de ese entonces, Don Arturo Ambrogi, quien lo
describe como un "muchachito, endeble, paliducho. Apenas si era una raya de
lápiz vestido de dril relevado y tocaba la cabeza con un deteriorado
sombrerito en que la paja amarillaba. Con una carita jalada enjuta, de grandes
ojos vivaces y pestañas colochas, reflejaba un prematuro cansancio".
Toñito le enseñó sus dibujos al reconocido autor. A Don Arturo le parecieron
extraordinarios, sobre todo para un muchachito en este rinconcito de la
tierra, en que no había mayor tradición artística lo que le provoca más
admiración. "Es de una absoluta necesidad que hagamos una exposición y le
conozcan estas gentes", le dijo y se puso manos a la obra, le organizó una
buena exposición el foyer del Teatro Colón de Santa Ana, en la cual desfilaron
una gran cantidad de personas, superando las expectativas del dibujante y el
escritor, quienes curioseaban las obras de Toñito. Don Arturo escuchó los
comentarios de la gente, "que igualito al fulano, que bien lo dibujó"; pero se
decepcionó porque no hacían ni un comentario sobre sobre la técnica empleada
en los dibujos, ni sobre el extraordinario estilo que ya se expresaba en sus
caricaturas .
Con un sabor agridulce Don Arturo saboreaba los resultados de la exposición
con la que pensó ayudarlo a alcanzar el puesto que ya merecía aquel jovencito.
Pasó el tiempo y siempre se lo encontraba revisando revistas ilustradas, o
alguna novedad bibliográfica en la Librería de los Caminos, sobre todo en la
búsqueda de nuevos ejemplares de la revista mensual L'Assiette au Beurre, o Le
Rire, para seguir estudiando y mejorando su técnica, pues admiraba de sus
dibujos el simplismo de su técnica, el cual marcará también su propio
estilo.
Una soleada tarde de mayo, Don Arturo se lo encontró saliendo de la librería.
Toñito, hay que irse, le dijo. ¿Irme? Si hombre. Hay que irse. Y ¿a dónde? ¿y
cómo? Pues a Europa, y si no puede a Europa, a cualquier parte, pero usted
debe irse, salir de aquí, o usted fracasa. ¡Váyase!
Después de esa conversación, Don Arturo puso todo su empeño en ayudar a Toñito
para el viaje. Aprovechó sus contactos con el gobierno del Presidente Jorge
Meléndez. A través de un amigo en Cancillería al que llama el negro Gallegos,
y a quien le reconoce un gran corazón, hace llegar la petición al Presidente.
La respuesta fue "no hay pisto" "estamos pobres", lo que provocó la rabia del
escritor, pues sabía que en esos días uno de los "amigotes" del Presidente, se
había embolsado 60 mil colones en un negocio.
Pasaron los días, pero Don Arturo y su amigo no desistieron de su lucha por el
novel dibujante. La gestión tardaba más que la paciencia de Toñito que
empezaba a inquietarse, luego que le encendieran la llama de la aspiración a
conocer otras latitudes, a buscar nuevos horizontes. Cuando se encontraba a su
mentor, su mirada le interrogaba, quien a su vez con otra mirada le respondía
que todavía no había buenas noticias. Un día se le acercó y le dijo, tenga
paciencia muchacho, lo último que pierde un hombre es la esperanza.
Un día en que la desesperación también había alcanzado a don Arturo le
dijo:
Hay que irse.
¿Cómo? A nado
¡A nado, si es posible! (Recordó el consejo que Juan Cañas le dio a Rubén
Darío cuando le instaba que se fuese a Chile, en momentos que el autor de Azul
estaba con las mismas dificultades para realizar su viaje).
Don Arturo le dice a don Luis Gallegos que Dios dispuso que Toño no se fuese
nadando, pero si en uno de los prehistóricos barcos de la Mail Pacific,
después de una veintena de gestiones del negro Gallegos, que era subsecretario
de Relaciones Exteriores, el Presidente, al fin consintió que organizase el
apoyo y se firmó la orden para la compañía de vapores, aunque el viaje por el
momento no sería para París, sino para México.
El mundo estaba girando a su favor, de la noche a la mañana su estrella se
había alineado y ahora las cosas salían mejor de lo esperado. En el México en
el que todavía estaba reciente la revolución, la primera del siglo en el todo
el mundo, lo recibieron con los brazos abiertos en el mundillo intelectual y
artístico, gracias a los buenos oficios de destacados, pero inesperados,
escritores internacionales.
"De El Salvador salí hacia México, el México de la Revolución, en 1918.
Llego a Puerto México, hoy inhabilitado, en el barco Escajeda, redondo como
una cacerola, sin proa ni popa. Las tropas revolucionarias acampaban cerca.
Oigo cantar La Adelita. Con una pelambre de peregrino, como los hippies de
hoy, me acerco a una barbería, donde me encuentro a un militar admirador de
Amado Nervo ("Amado Ñervo", decía él graciosamente). Este militar me señala,
en un número de la Revista de Revistas, una carta de don Román Mayorga Rivas,
director y fundador del Diario Salvador, compañero de ideales juveniles de
Rubén Darío, dirigida a José de Núñez y Domínguez, director de aquella
publicación, donde le dice que yo tengo "un lápiz de luz", cuenta muchos años
después Toño a Don Luis.
Al llegar a la ciudad de México, se fue directamente a la pensión de Madame
Turillon, una francesa que había conocido en San Salvador, donde tenía un
hotel muy conocido. Al verle y conocer su raquítica situación económica le
envió a La Capilla, que tenía ese nombre porque antes de la Revolución lo
había sido cuando los dueños del inmueble no habían sido expropiados. La
pensión llegó a ser un reconocido taller de artistas.
Gracias a las recomendaciones enviadas por distintos intelectuales a sus pares
mexicanos, Toño tiene una buena recibida en el DF. Una de las más efusivas,
fue una carta abierta del ya reconocido internacionalmente intelectual y
escritor nicaragüense, Salomón de la Selva y dirigida al reconocido crítico
literario y humanista dominicano, Pedro Enríquez Ureña, y al destacado
escritor Alfonso Reyes, publicada en el periódico El Heraldo, en el mismo
número en que el periódico aparecía un suplemento dedicado a su llegada. "… el
lápiz del caricaturista ha logrado lauros que antes eran sólo del acero.
Consagración artística ya había recibido por la virtud y perfección de Aubra
Beardslay. Le falta, sin embargo, para cimar su gloria, el ser medio de
dulzura y de luz. Y a mí se me entristece el corazón y se me aviva el ojo de
orgullo, por la creencia fija, mía, de que a uno de los nuestros le ha sido
dado el privilegio de alcanzar para la caricatura ese dote de honor…"
Las puertas de una de las grandes metrópolis del arte en Latinoamérica se le
abrieron gracias a estas intercesiones y empieza a estudiar en la Escuela
Nacional de Bellas Artes. Profundiza en el estudio del arte de las culturas
ancestrales de Mesoamérica y se empapa todo lo que puede del conocimiento y la
cultura, leyendo y recibiendo los consejos de los artistas consagrados, de las
tertulias en casas de amigos artistas o escritores, en las puertas de
Samborns, o en distintos cafés y bares de la capital mexicana.
A pesar de la acogida de artistas e intelectuales, su presupuesto es escaso y
lleva una vida ascética en su vestuario y alimentación, sobrellevando su
estadía ayunando, "cociendo con paciencia benedictina sus calcetines" como
escribe en un crónica en el Heraldo de México Manuel Hortal. "Sus calcetines
llegaron a ser una obra acabada de bordado…sus zapatos salvadoreños se reían
lastimosamente de sus dueño". Por eso sus amigos se alegraron cuando el
dibujante con rostro de monaguillo encontró "un empleo bendito" en el Museo
Nacional.
Cuando México le queda pequeño, decide irse a París para continuar
construyendo su gran sueño. Pero ahora me faltaba la información de esa nueva
etapa del artista a lado de esa constelación de estrellas que poblaron la
capital francesa y que deambulaban por los callejones de Montmartre y
Montparnasse, nutriéndose del espíritu del arte y la cultura. Así que decidí
volver a la Segunda Lectura a preguntar si el libro que me había vendido era
parte de un lote. Amablemente el dueño, que atendía personalmente el negocio,
me dijo que si, que precisamente ayer le habían llevado un nuevo lote de los
mismos. Le dije que si podía ver los libros para ver si encontraba uno en
particular. Me dijo que si y fue conmigo a una esquina, en medio de estantes
repletos de libros usados, unos antiguos, otros algo nuevos. Tenía los libros
aun sin desempacar. ¿Puedo revisarlos? Si claro, véalos ahí, fui sacando uno
por uno y revisando. Primeo mientras el estaba presente hice como que si leía
de que se trataban, cuando se fue , apuré la búsqueda pasando rápidamente las
páginas. Encontré otras cartas y postales y las ubique en tres libros que le
compré para poder llevármelas.
También busqué en el Museo de la Palabra y la Imagen encontré la carta que le
envía a su primo Salarrué y tal como supuse, el dibujante que deambulaba por
las calles de París en los "années folles" era el mismo de un libro que tenía
en mi biblioteca de Don Luis Gallegos.
Así fue como pude viajar al París de los "años locos" y ver como era el
ambiente en el que los grandes artistas, intelectuales músicos y locos amantes
de la cultura y de la bohemia vivían el éxtasis de la locura creativa en la
Ciudad Luz, aportándole lo extravagante y la belleza, la innovación y la
visión para el arte del futuro. Europa venía saliendo de las amarguras de la
Primera Guerra Mundial y un nuevo espíritu prendía en las calles de París,
iluminadas por los avances de la ciencia y la tecnología y sobre todo el arte,
que elevó los espíritus de una generación a tal punto que marcaron lo que
sería el arte en el siglo XX. Como podría haber tanto talento, tanta cultura,
tanto arte reunido en unos pocos metros cuadrados.
Con la nueva información armé la segunda parte de la historia de un humilde
dibujante que llegó a codearse con los más famosos pintores y escritores del
siglo XX, viviendo uno de los momentos más emocionantes intensos en la
historia del arte.
Salió del Puerto de Acajutla a principios de 1922, después de pasar por el
recién estrenado Canal de Panamá, se enfermó de estómago, fueron días
terribles para su endeble constitución física, cuando sentía que iba a
morirse, se decía "si mis ancestros viajaron en peores condiciones, porque voy
a quedarla cuando estoy ya en la ruta hacia la conquista de mis sueños", por
su sangre corría el espíritu aventurero de sus antepasados los navegantes
vascos del siglo XV. Cuando los remedios que le dio la tripulación empezaron a
hacer su efecto sintió volver a la vida y subió a cubierta a leer y a pensar
en todo lo que haría en París. Los largos del día del viaje los afrontó
leyendo. No llevaba casi ropa, sus maletas iban llenas de libros, lo cual fue
motivo de broma que le hiciera Juan Cotto, que llegó a despedirse a su
casa.
Después de un largo viaje, por fin llega a París en octubre de 1922, se
instaló en el barrio Montparnasse, en el Grand Hotel de Blois paga por
adelantado varios meses como previsión, aunque tenía una beca no querría
correr ningún riesgo, iba decidido a soltar amarras para navegar libre hacia
su sueño, trabajando duro en esa habitación conseguiría alcanzarlo, estaba en
el lugar perfecto: la vida creativa y bohemia se dividía entre Montparnasse y
Montmartre en la década 1920, cerca de su residencia estaban La Coupole y La
Rotonde, cafés de moda entre los intelectuales franceses y extranjeros, que
hicieron que este barrio le rivalizara el protagonismo a Montmartre, y los dos
se convirtieron en los centros de operaciones de Toño, pues para acercarse a
los grandes, nada mejor que estar donde confluían los locos geniales mas
grandes del siglo en distintos campos, desde la pintura, las letras y la
música.
Después de más de un año viviendo en la capital mundial de arte de ese tiempo,
se impregna del parisianismo y del estilo de vida francés con alegría y dolor
en el día a día, empezó a ver los tonos que dibujaban el ambiente parisino de
entonces, que expresaba diversos matices de un espíritu que recogía alegría y
tristeza, creatividad y lucha por la supervivencia, fiesta y meditación,
libertad y disciplina , risas y lágrimas, ilusión y realidad, glamour y
humildad, opulencia y pobreza; todo lo que marcó una época emblemática en la
historia cultural de París y del mundo.
También continua su búsqueda de la "caricatura pura" en la cual prevalezca
solo lo esencial, lo expresivo en una síntesis gráfica y sicológica,
intelectual y espiritual. En esa búsqueda comienza a enriquecer su ya definido
estilo de dibujo, reforzando su lenguaje gráfico desarrollado en México, al
nutrirse de los dibujantes que más admira, entre ellos al genio de la
literatura, el teatro, la pintura (el hombre orquesta le decían sus colegas)
Jean Cocteau, pero también a André Rouubeyre Senep, quien publica en Le Figaro
y Guz Buffa, un escritor y dibujante, a quien considera uno de los grandes
representantes del arte francés y por supuesto a Picasso. Su búsqueda lo lleva
al mismo sitio que esa nueva oleada de grandes artistas: el arte
primitivo.
La vida bohemia de París era intrínseca al ambiente artístico y una de las
principales catedrales de diversión nocturna era el Moulin Rouge. Ahí vio
cantar a Josephine Baker, quedó más enamorado de París. Salió cantando en coro
con sus amigos De Temps en Temps,y París, París. París. París, París, París es
en la tierra un rincón del paraíso.
Se estaba estancando y le preocupaba quedar en el limbo, aunque seguía
progresando en su arte, si no lograba que su obra fuera reconocida, tendría
que regresar nada más con la experiencia vivida. Recordaba las palabras de su
amigo el escritor Manuel Hortal en México: "Ahora prepara las maletas exiguas
para la conquista de París. Ojalá, y retorne glorioso y serio, para no
repetirle aquellas palabras de Ibsen: París, París, lo que te confiamos y lo
que nos devuelves".
Un viernes por la tarde recibe un correo de la embajada de El Salvador en
Francia. Sentado en el suelo frente a sus mesa de dibujo lee la carta en la
que le notifican que su beca ha sido cancelada…Tira la carta y sigue
dibujando, después de una hora, se levanta y toma un papel y un bolígrafo.
"Entre más lejos veo mis sueños más grandes son mis ganas por alcanzarlos, del
tamaño suficiente para darme la fuerza y el coraje de recorrer todo el camino
que debo recorrer para alcanzarlo. Aunque a veces me sienta extraviado,
siempre sigo la estrella de mi yo más profundo, y siempre aparecen en mi
camino ángeles poniendo alas para el vuelo", eso escribía en una carta, un 3
de noviembre 1923. Es otoño en París y en su país es verano, todavía con los
vientos de octubre y las acariciadoras brisas frescas que anticipan el fin de
año con sus sensaciones de relajamiento y alegría espiritual. Para alegrar su
espíritu y alejar las nubes negras, sale temprano a recorrer las calles que
llevan al Parque de Luxemburbo, después de deambular por un rato decidió no
entrar al parque, sino mejor regresar en busca de sus bares preferidos.
Entró al La Coupole decidió arriesgar su bolsa dándole un lujo al paladar para
estimular su inspiración, haciendo un giro brusco a su austera dieta diaria
que consistía en huevos duros, para empezar pidió el Hennesy con soda. Aquí
empezó a acariciar el proyecto de hacer un álbum, se lo imaginó bellamente
impreso en fuerte papel de marquilla, con las figuras del ambiente artístico
de París y presentarlo en un bonito evento en el que asistieran sus
personajes. Regresó a su apartamento con su espíritu animado, escribió una
carta a su hermana y se puso a trabajar preparando los perfiles de los grandes
artistas que incluiría en su proyecto; pensando en sus amigos escritores
mesoamericanos y los famosos artistas con los que había establecido
relaciones.
Siempre encontraba ángeles a su paso para saltar a nuevos niveles en su
ascenso a la consagración de su arte. Su suerte providencial, su talento y su
carisma atraían la simpatía figuras importantes del ambiente literario, como
la , la del "Príncipe de los Cronistas" quien promovió "las excelencias de su
lápiz y su concepción del arte de la caricatura como un arte literario".
Forjaron una gran amistad, y fue el maestro del lápiz quien le presentó a
Consuelo Suncín, que luego fue su esposa (la inspiración para la rosa de El
Principito, ya que después de su muerte fue la esposa de Saint Exúpery).
En el caso de Enrique Gómez Carrillo, el famoso cronista, más que ángel parecía un demonio por su fama de irreverente escritor, bohemio y mujeriego. Pero Antonio será un nuevo mentor que le alienta y le ayuda a hacerse un puesto en el
periodismo artístico parisino, en el que el era una de las consagradas figuras
desde principios del siglo, reconocido y admirado por los grandes como
Verlaine, Azorín, Unamuno, Pérez Galdós, Maeterlinck, German Arciniegas,
D´anunzio. Al café Napolitano asistía todas las tardes, después de trabajar
sus artículos que enviaba a los periódicos de Argentina o de España en los que
colaboraba, se sentaba a leer los cinco periódicos que compraba para estar al
día con la información Internacional y de París, y para tertuliar con sus
amigos. Ahí le presentó a el escritor Ventura García Calderón y fue este quien
lo llevó a publicar en los principales periódicos de Francia. Primero le
presentó al encargado de la sección literaria de Le Matín, Henri de
Jouvenelle, después logra nuestro artista, tener una sección fija en
L´Intransigeant, "Portrait a la minute" y también empezó a publicar en Le
Journal y Le Rire, la revista que repasaba de adolescente para estudiar sus
dibujos.
Después de una jornada en la que había completado la caricatura de André
Bretón, que sumaba a la de Jean Cocteau, decidió ir a Montmartre como a pescar
los peces gordos. En una de las callejuelas próximas a la Basílica del Sagrado
Corazón se instaló para dibujar, al buen rato tuvo una gran sorpresa un día se
acercó a ver sus dibujos la Venus de Ebano, le mostró los dibujos de algunos
famosos que ya había hecho y la estrella del Moulin Rouge estuvo de acuerdo a
que le hiciera una caricatura. Otra estrella sumaba a su álbum.
Se había abierto paso en el periodismo, ahora esperaba consagrarse con sus
obras con el álbum. Para su suerte conoció y se hizo amigo de un consagrado
pintor, que le tiende la mano para ayudarle a abrirse paso en el competido
ambiente artístico de París. "Anoche estuve compartiendo con un pintor muy
conocido aquí con el que he establecido una buena amistad. Le han gustado los
dibujos que le he mostrado". En otra de las cartas a su hermana habla de que
el amigo que le está apoyando en su proyecto es el reconocido pintor Van
Dongen, originario de la tierra de los molinos y los tulpanes, que se ha
vuelto gran aliado para conquistar el olimpo del arte." Es un gran pintor y un
buen amigo, sus obras son geniales y nos identificamos en muchas concepciones
del arte, la pintura y el dibujo", le cuenta a su hermana.
Captar el alma de una persona en unas cuantas líneas es un desafío gigantesco
y más si es un personaje fuera de serie como Pablo Picasso, a quien lo había
encontrado en las calles de Montparnasse, pues por ese tiempo había dejado su
estudio y residencia en Montmartre y se había trasladado con su nueva esposa
al Left Bank de París, en las inmediaciones de Montparnasse. A él no se lo
encontraba en las galerías, vendía sus cuadros directamente y recibía a sus
amigos en su estudio o se reunía con ellos siempre en sus preferidos
bares.
Había acordado con Van Dongen ir esa noche al Lapin Agile, ahí estaría ahí
Picasso, uno de sus lugares favoritos, frecuentado menos ahora que su fama ya
había alzado vuelo como uno de los grandes pintores del siglo que todavía
estaba tierno. En las paredes de una de las callejuelas aledañas a la
Basílica, vio pintado !Matisse te vuelve loco!, ¡Matisse es más peligroso que
el alcohol!. Al llegar al café La Rotonda se reunió con su amigo Van Dongen y
le comentó la pinta que había visto, a lo que él le contestó que eso era obra
de Picasso y su banda. Se fueron directo r al cabaret donde ya estaba Picasso
sentado en una mesa del fondo, donde se podía apreciar la alegría desbordante.
La música liderada por el acordeón, característica de la música Musette,
sonaba de fondo disputando protagonismo a los sonidos del jolgorio que tenían
Pablo con sus habituales amigos pintores y poetas. ¿Ya viste quienes están con
Pablo? Ahí está Jean Cocteau y Braque, es una buena noche. Entraron y se
acercaron a la mesa, Van saludó primero a Braque, después a Jean y por último
a Pablo y les presentó a su amigo, un gran dibujante de Centroamérica.
Toño se sintió que sus sueños se estaban consagrando. Se acomodaron a la mesa
y la tertulia continuó. Pasado un buen tiempo y al calor del licor, la
conversación era mas amena. Van se había acercado a Pablo y le llamó para
paresentarlo.
Mi amigo acá está preparando un libro de caricaturas y quiere
incluirte. Es un revolucionario del dibujo, tiene una magia en sus trazos con
la esencia del arte primitivo que recoge en unas cuantas líneas la sicología y
el espíritu de cada personaje de un modo visionario.
Así que quieres que sea
tu modelo. Van me dijo que estudiaste en México, se levantó, consiguió un
sombrero y le pidió que lo siguiera a la calle. Ya se como voy a modelarte,
dijo y sacó un revolver y le dijo que así lo dibujara.
Ese revólver había
pertenecido Alfred Jarry, personaje genial que había deambulado por aquellas
callejuelas con su insolente rebeldía, riéndose de todo y construyendo
personajes bufonescos literarios que adoptaba en la vida real, como a esa
grotesca marioneta que conquista el poder con la violencia y la traición y
cuyos gestos incorpora a su comportamiento cotidiano, su sentido del humor
llegaba al extremo de jugar con su oxidado revólver Browning, porque le
parecía bello como la literatura.
Ese es el Jarry que murió a los 34 años y
dejó una su huella que no pasó desapercibida ni por sus detractores y ese es
el revolver que empuña Picasso hacia el cielo, mientras le dice:
¿No vas a
tomar ideas para tu boceto?
No necesito que me pose, solo recojo los elementos
en mi imaginación. Cerró los ojos y en ese momento escuchó un disparo, abrió
los ojos asustado, Pablo se carcajeaba.
Cuando regresaban a la mesa le
preguntó: ¿Qué opinión tienes de mis pinturas?
Sus obras me parece que
representarán el arte de este siglo.
Porque crees que mis obras son tan
buenas?
Porque sus trazos tiene la belleza de lo simple y una síntesis
profunda de la imagen.
¿Sabes porque se que son buenas?
No se. Por que se
venden. Jajaja, los dos rieron con esa risa expansiva que inunda los espacios,
compitiendo con el acordeón de un grupo que tocaba canciones del estilo
musette, que recoge en sus notas el alma parisiense en la que se mezclan la
alegría escandalosa y la tristeza melancólica derramadas en la bulliciosa
noche bohemia.
Pablo y Toño congeniaron, se entendieron muy bien en el lenguaje del arte pues
ambos buscaban la síntesis que extrae la esencia de la vida en los personajes
y la naturaleza. Toño con sus dibujos captaba como rayos x de la vida, el
esqueleto y sus signos así como "al fundir y refundir todas las formas,
Picasso asimiló y absorbió lo caricatural, lo deforme, lo feo, incorporándola
al Gran Arte moderno".
Así fue completando el trabajo de su álbum como el trabajo de graduación de su
carrera artística en París, y apuró los preparativos para su impresión y
lanzamiento, no quería que llegara la otra década antes de publicarlo y a
pocos días de finalizar 1929, metió a impresión su librito Caricaturas. El 19
de diciembre esperaba ansioso que salieran de imprenta los libros, ese día
terminaron, pero pudo verlos hasta el día 20 a primeras horas de la mañana en
la 19 rue Condamine cuando al fin tuvo en sus manos su soñado álbum con una
carátula verde claro y con texto Caricatures de Toño Salazar en color ocre, en
él contenía 30 caricaturas de personajes célebres del arte y la literatura y
un prólogo de su querido amigo y estrella del arte en el Olimpo parisino Van
Dongen que tituló Boniment. Algunas de las estrellas que caricaturizó y que
son parte del firmamento del arte: Válery, Paul Claudel, Igor Stravinski,
Pablo Picaso, Jean Cocteau, Henri Matisse, Van Dongen, Francis de Miomandre,
Cécil Sorel, Blaise Cendrars, André Gide, James Joyce.
Aunque para la presentación de su álbum, también había contado con la
inestimable ayuda de su amigo holandés, que pregonaba "un espectáculo único,
genial, sensacional", anticipaba un éxito, Toño sentía la ansiedad por que el
público asistiera, sobre todo esas vedettes del arte y la literatura.
El gran día llegó y el lápiz de Salazar se colgó de las paredes en un salón de
parís para mostrar a los grandes expresiones gráficas llenas de lirismo, en
pocas líneas se condensaban el intelecto y la espiritualidad en que se
reconocían y desconocían así mismos en una síntesis de rasgos inmortales, que
sorprendieron a quienes estaban sorprendiendo al mundo con sus colores, sus
trazos o sus letras.
"He aquí una serie de retratos dibujados, pintados,
escritos y pensados por Toño Salazar, para quien este mundo carece de maldad y
está lleno de humor y optimismo, lo que no está mal, es una dicha para todo el
mundo ver las imágenes de todos esos grandes hombres en este panteón de la
Caricatura", dijo Van Dongen presentando la obra del artista centroamericano.
Toño toma la palabra, dedicando sus caricaturas a sus amigos latinoamericanos
"a Alfonso Quiñones, Ventura García Calderón, Alfonso Reyes, Joaquín Paredes,
Carlos Aguilar V., Oliverio Girondo, Mariano Brull. Estos dibujos nacieron en
mis vagancias. Nacidos a veces en las mesas de café, o en un papel secante,o
sobre los manteles de restaurante, y hasta sobre la blancura del mármol. Les
pertenecen a ustedes tanto como a mí porque sin sus consejos, sin su cálida
simpatía, esos hijos no habrían sido jamás recogidos".
Después de decir sus
palabras y saludar a los invitados, con sorpresa y alegría Toño se encuentra
en la presentación a Picaso, quien le dice me hiciste bailar la danza macabra
Usted me la hizo bailar a mi. Veo que sabes lo que dijo Giraudoux. Si, toda
buena caricatura deriva de la danza macabra. Miomandre estaba cerca y le dijo
a Toño tú ha sabido elevar la caricatura a la altura del lirismo
Al finalizar el evento Toño se despide de sus amigos camina por las calles de
París en una noche de invierno no tan fría y sobre todo con el calor del éxito
acariciado al completar su proyecto. A lo lejos divisa la silueta Torre Eifel,
está viviendo un sueño, el sueño de toda su vida, desde su infancia en Santa
Tecla. En el puente Points des Arts traviesa el Sena rumbo a su apartamento.
La década de los 20 está terminando y también un ciclo suyo, los años locos le
han dejado una gran conquista que solo se puede lograr con la locura mística
del artista genio.
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