domingo, 15 de diciembre de 2024

El amor frente a la utopía


In memoriam de un vecino de la infancia. 

Era 1981, en la radio Rod Stewart cantaba  "Billy left his home with a dollar in his pocket and a head full of dreams". En colonia La Esmeralda, en los alrededores de Santa Ana, Elías llevaba un colón en uno de sus bolsillos y en la cintura, escondida bajo la camisa, una pistolita 22. Buscaba su futuro, más apropiadamente sería el futuro del país,  con la cabeza llena de sueños…  y miedos. 

Por las calles polvorientas de la final sexta avenida, Elías  camina con la seguridad de alguien que ha  decidido su destino. Es nueve de enero, hace frío, un frío agradable, característico de la época de octubre a febrero. Con las manos en los bolsillos de su chaqueta, Elías tarareaba  Tired Of Toein The Line de Rocky Burnette: "Baby I’m/Tired of toein' the line/Don't know why you wanna /jump on me/Baby, baby, baby/It's makin' me cry". No sabía exactamente lo que decía, pero su música le sonaba en sus adentros como algo muy familiar y muy intenso. Sus ojos marrones se ponían cristalinos y la mirada se perdía en el horizonte. Su inquieto espíritu ¿a donde lo llevaría?

Por ahora, tenía dos compromisos urgentes: el amor y la revolución… y no eran compatibles. Enero siempre era un tiempo calmado, muy tranquilo hasta el aburrimiento, quizá por la resaca de fin de año, pero esta vez no, como otras veces en la historia del país en las que han habido otros eneros intensos, especialmente el de 1932. Los días anteriores, incluidos Navidad y Año Nuevo la tensión había ido creciendo, después de haber recibido la indicación para la Ofensiva Final. Ya se había despedido de su querida viejita, pero le faltaba una despedida, que ya no podía posponer. Andaba ansioso, podría pensarse que nervioso por la próxima aventura. Ir a la guerra no es un paseo de colegiales. Pero este día su ansiedad no era por la batalla próxima. Tenía solo hoy para ver a Marcela. 

Llega a la tienda a comprar  cigarros, para disfrutar ese placer quizá por última vez con la tranquilad del final de la 6a. avenida. Son las cinco de la tarde y los camiones llenos de sacos de café empiezan a llegar al beneficio Río Zarco, que está a una cuadra. Todo transcurría con la aparente normalidad de siempre. Desde hacía meses estaban preparando la insurrección. El intento de transformación con la juventud militar y con los representantes del movimiento popular en la primera Junta Revolucionaria de Gobierno habían fracasado. Ahora solo quedaba el camino de la lucha armada y el levantamiento del pueblo. El movimiento se estaba dando imperceptible, invisible para superar el enorme poder del gobierno y los militares y los orejas y los escuadrones de la muerte. En esos mismos momentos grupos de colaboradores todavía estaban preparando la logística, en la colonia Lamatepeq esa tarde las señoras, que regresaban de vender en los mercados, traían canastos grandes, como que si traían mercadería para vender, adentro estaban las armas para "los muchachos", así les decían a los guerrilleros.

Además de comprar sus cigarros, Elías tenía como objetivo ver a Marcela en lo que podría ser la última vez…Llamó desde la puerta balcón. Salió la suegra a atender…"¿Tiene cigarros niña Carlota? Delta por favor". Marcela no salió. Ni se atrevía a preguntar por ella. Nunca le había dicho nada, pero en sus miradas leía que no quería que su hija se fijara en él.  "Será que no me podré despedir de ella?.. Puede ser que vuelva pronto triunfante, pueda ser que muera en combate o pueda ser… no, que se alargue tanto la guerra", esto último  no estaba en ninguno de sus planes: Vencer o morir.

Compró un paquete de cigarros y se fue a la esquina a fumar, con su espalda y su pie derecho apoyados sobre la pared, aspiraba su cigarro y tarareaba la misma canción expulsando el humo. El cigarro se terminaba y con él la esperanza de verla. Cuando botaba el filtro del cigarrillo y se disponía a empezar a caminar, vio a Marcela salir con pasos apurados. Cuando sus miradas se encontraron hubieron dos sonrisas sincronizadas, ella le agarró de la mano caminando unos pasos para ubicarse a la vuelta de la esquina, en el lado oculto de su casa. Era lo más que habían hecho hasta ese día: tomarse de la mano y platicar. En ese momento Elías vio que unos guardias nacionales (un temido cuerpo militar) se acercaban con miradas escrutadoras. Le dijo "me urge decirte que te amo" y la besó.  Ella le correspondió y el beso fue tan intenso y eterno como si ella también presintiera que el tiempo se les escapaba.

Fue el primer y tal vez el último beso. El le dijo que estaría lejos un tiempo. Ella se sorprendió y le dio un jalón.

-¿El queeeee!!!? ¿Qué vas a hacer?

No podía decirle en que misión arriesgada participaría en pocas horas. El amor de su vida frente a la utopía. Elías se incorporó a la lucha al encontrar colgados en las palmeras de la entrada del Instituto a dos estudiantes del Instituto. Tuvo que dejar los estudios. Era peligroso continuar estudiando en el INSA, sobre todo después que aceptó ser parte una de las organizaciones clandestinas.  A esas alturas, el centro de estudios solo cincuenta estudiantes continuaron recibiendo clases, después de ser uno de los más grandes del país. Con el tiempo se convertiría en el centro de estudio con más estudiantes, pero la fama de su calidad de educación ya no la recuperó, aunque aún por mucho tiempo siguió su orgullo que se reflejaba en el lema de batalla en las competencias deportivas: "Los mejores para el deporte, el estudio y la jodarria". También permaneció el espíritu rebelde, en los últimos años de la guerra, para las fiestas bailables se coreaban canciones que hacían alusión a sus simpatía, como una uno de los versos de Alux Nahual:" …y se quedaron los tontos y los guerrilleros". Precisamente "guerrilleros" les gritaban en las competencias las barras de los colegios rivales.

Esa rebeldía era la que había aportado muchachos a las organizaciones guerrilleras, después de la represión brutal a los estudiantes que en gran cantidad se habían aglutinado en el Movimiento Estudiantes Revolucionarios de Secundaria (MERS).

Elías no estuvo mucho tiempo en las organización estudiantil, prácticamente pasó a una preparación militar rápido y para la ofensiva integraba el grupo que tenía la misión de atacar el cuartel. Otro grupo en el que estaba su hermano pondría en unas horas barricadas para enfrentarse ahí al ejército. Tenía una sensación de confianza. Los sueños de revolución serían realidad en pocos días. Se tomaría el poder y se cambiaría la realidad de pobreza, injusticia y opresión.

Después que los militares desaparecieron al final de la avenida y cruzaran la calle frente al beneficio, Elías buscó la forma de terminar la despedida. No deseaba hacerlo. Ahora se comían a besos…como recuperando el tiempo perdido. Estuvieron un rato más acariciándose sin hablar…Marcela pensó que Elías había bromeado con lo que le dijo, eso le tranquilizó y él se dio cuenta, no quiso retomar el tema. De repente,  ella le dijo que su mamá estaría ya preguntándose porque no regresaba. Era mejor que regresara antes que ella saliera a buscarla, el la besó nuevamente y la abrazó con todas sus fuerzas, había olvidado que portaba el  revólver, ella lo sintió durante el abrazo. ¿Qué es esto…? El no supo que responder, podría decirle la verdad, pero era ponerla en riesgo. Ella insistió con la pregunta. Tuvo que responder rápido. Es de mi papá. ¿Por qué la andas? Estaba acorralado, había previsto que podrían atraparlo con el arma, per jamás se imaginaría que sería la chica de sus sueños y menos en el momento más inoportuno. No tenía mas remedio que inventarle una historia. En ese momento, ella presintió que saldrían a buscarla, asomó a la esquina y vio que su hermano salía. Me tengo que ir le dijo y le dio un beso apresurado.

Llegó el día de la Ofensiva final, atacaron el cuartel de la Segunda Brigada, ahí se sublevó un capitán y un teniente del ejército. El cuartel estuvo a punto de ser tomado, pero al final la revuelta fracasó. Entre los daños causados está el incendio del casino de los militares ubicado frente al cuartel. Los muchachos, como le decía la población, tuvieron que irse a la retaguardia, a campamentos en zonas bajo control. En la retirada fueron emboscados y masacrados en la batalla de Cutumay. Elías logró sobrevivir, al igual que  su hermano que también estaba incorporado, pero él murió en combate unos años después en el cerro Guazapa.

Once años después supo el significado de los versos de aquella canción de enero de 1981: Tired of Toein The Line de Rocky Burnette: Bebé, estoy cansado de caminar por la línea/No sé por qué quieres atacarme/Bebé, bebé, bebé/Me estás haciendo llorar.

Baby, I'm 
tired of toeing the line.
I'm gonna put on my walkin' shoes
And leave you far behind.

Bebé estoy
Cansado de seguir la línea 
Me voy a poner mis zapatos para caminar 
Y dejarte muy atrás.

Las lágrimas afloraron con el último verso. Aquel guerrero de mil batallas, endurecido con tanto dolor vivido, ahora se estaba quebrando al escuchar los versos de la canción que le sirvió de despedida de su chica once años atrás. Cuando se fue, su papá tenía una rajadera de leña y su madre una tiendita.  Ahora reiniciaba su vida montando una tiendita cerca de la zona donde creció.  A los pocos días de su regreso recorrió la ruta que hizo un diez de enero de 1981 cuando dejó el amor por la utopía. Llegó a la esquina donde la besó y se fumó un cigarro después de ver que ya no se existía la tienda y ni Marcela ni su familia vivían ahora ahí.



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