Y se cayó el invicto en la familia, después de tener a los viejos con nosotros
todo este tiempo, siempre queríamos más.
Siempre es difícil. A sus 76 años, logramos compartir tantos buenos momentos y
otros no tan buenos pero que al final el cerebro los procesa y se vuelven
anécdotas interesantes de momentos difíciles. Nos queda el hubiera…darle más
momentos buenos, más alegrías y menos penas, mas recursos para tratar sus
enfermedades y un etcétera para su felicidad.
El dolor paraliza al inicio, pero luego que se procesa da la oportunidad de
meditar y crear. Cuesta tanto aceptar que ya no se tiene físicamente y
seguimos viviendo como si estuviera ahí esperándonos para cenar o simplemente
para platicar. A veces la veo al levantarme en una visión fugaz, otras veces
tarda más tiempo cuando estoy entre dormido y despierto, y en más de una noche he soñado
que acaricia mi cabello, mientras estoy en su regazo como cuando pequeño me
refugiaba de los relámpagos en medio de una gran tormenta. Pero, como
entonces, al día siguiente el sol brilla de nuevo y la vida sigue para los que
quedamos, aunque el vacío no se llena con las lágrimas y los suspiros, al
menos lavamos nuestro pesar y damos un tributo a nuestro ser querido,
manteniéndola viva en el altar de los recuerdos.
Los días se van rápido arrastrando el dolor y a pesar de él. Cada despertar es
una lucha para ganarle al peso de la pena que como fuerza de gravedad nos
dificulta levantarnos y mantiene también a ras de suelo el espíritu, pero la
cotidianidad se impone y ahí vamos de nuevo con nuestras vidas en el camino
implacable del tiempo.
Con el pensamiento navegando por las imágenes de lo vivido, en un carrusel de
instantáneas, me consuelo en un diálogo con el niño que fui para valorar el
tiempo que la vida me dio y que me permitió consagrar algunos pasos de los
sueños de entonces para compartirlos con ella.
Por ratos se presiente su regreso como si nada más fue a la tienda a comprar
algunas cosas que le faltaban para el almuerzo o cuando alguna vez al año
visitaba a su familia en Metapán, o cuando había ido a cuidar a algún enfermo,
acompañando en largas vigilias los últimos momentos de los seres queridos
cuando agonizaban con ese espíritu solidario forjado en esa tradición muy
campesina y cristiana de visitar a los enfermos.
Mi hermosa tía una persona de gran corazón y un entendimiento ejemplar siempre luchadora y amorosa tía usted qué está en el cielo descanse hizo todo por nosotros en su vida siempre la recordaremos Amén
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