Cada vez que salía para comprar algún alimento para su hogar se
detenía en el mirador y contemplaba durante unos cinco minutos la explanada de
la ciudad. Un día hace mucho tiempo comenzó tirando papelitos que llevaba
doblados en forma de aviones. El camino a casa le llevaba una hora, a la que
agregaba disciplinadamente unos minutos viendo la ciudad y el horizonte,
tirando al final un avión de papel. Apenas sabía escribir, pero su letra tenía
una buena caligrafía con trazos de dibujante.
Un zopilote sobrevolaba en círculos arriba de una loma cercana, en
el cerro del fondo una nube avanzaba hacia la ciudad...esa vista le provocó
ansiedad y apuró su regreso.
En el pueblo no tenían noticias otra vez. Siempre las hay, pero no
la que ella anda buscando, nadie sabe ni ha visto nada; le dijo a su esposo
mientras comían calladamente hasta ese momento.
Al ver volar un zope sobre unos valles lejanos, una sombra negra
se posó en sus pensamientos...la esperanza de lo peor, cuando ya el tiempo ha
ido rasgando el optimismo por una buena noticia por un final feliz que de un giro a esta profunda tristeza y
agonía; ahora se dibuja la esperanza de encontrar el consuelo de saber la
verdad que ponga un punto final a la incertidumbre, aunque el dolor quede para
siempre.
Las otras manías las fue dejando y se quedó simplemente a hacer
avioncitos de papel que tiraba al risco cada vez que bajaba a la ciudad.
Habían encontrado otro cementerio clandestino. Ticas estaba
desenterrando los cadáveres para identificarlos. En el cielo los zopilotes
sobrevuelan en círculos
Su rutina había cambiado desde ese día en que no llegó a casa y
las horas se fueron desojando acumulando ansiedad y desesperación, miedo y
dolor, vacío e impotencia. Ahora sus viajes se incrementaron al mil por cien y
con cada desentierro se enterraba aún más. ¡Como es tan atinado el verso de
Sabines!
Con su cesta bajo el brazo izquierdo y una manta en la mano
derecha, subía la empinada cuesta, su menudo, aunque no tan bajo cuerpo,
parecía avanzar suspendido en el aíre a pocos centímetros del suelo. Pero más
cerca esa ilusión desaparecía al verla arrastrar sus leves pies sobre el suelo.
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