Un día vamos a estar juntos
esperando el sol caer sobre el cerro mas alto
sentados sobre una piedra a la orilla del risco,
para regresar a la casa a la hora de cenar
caminando con las sombras agigantadas
a nuestras espaldas en cada paso, en cada segundo.
Un día vamos a sentarnos juntos
en la mesa de la antigua casa para comer las tortillas calientes,
platicando de épocas lejanas y de entrañables momentos
iluminados por candiles o candelas de cebo,
mientras las siluetas danzan a nuestras espaldas
al ritmo del viento que entra por la ventana.
Un día vamos a calentar el horno
y hacer panes para compartir el jueves santo por la noche
con las familias vecinas y al día siguiente
también probaremos su pan con el café de la tarde.
Un día vamos a saber
que las nostalgias de ayer se borraron con los sueños de mañana
y abrazados en un presente eterno,
pasado y futuro germinarán en la pedregosa loma
por entre los alambres y las zarzas, creciéndose sobre matorrales
para cosechar sus frutos que arrebatan los caminantes.
Un día claro de octubre
en medio de los rayos de sol primeros
mi mirada aparecerá en el horizonte
y acariciará tus pupilas al despertarte.
Un día cualquiera, regresaremos a casa
y nos refrescaremos con el agua
del cántaro que temprano llenó la abuela
Un día después de tanto sembrar
recogeremos las cosechas en paz,
compartiremos el fruto de nuestra tierra
y sanaremos heridas eternas
Tomado de una novela en construcción ambientada en uno de los últimos
bastiones de los pueblos nánuat pipil
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